La fotografía, cuando es de verdad, no se limita a mostrar: toma partido. Decide. Se posiciona. Siempre he sentido una atracción casi visceral por ese tipo de imágenes que no nacen del descuido ni de la prisa, sino del pensamiento, de la construcción lenta, del artificio consciente. Fotografías que necesitan escenografía como quien necesita respiración. Fotografías que no se disparan: se levantan, como un decorado, como una obra teatral antes de que se alce el telón.

Eso ocurre con la obra de Philippe Shangti. Y ocurre ahora, de forma especialmente significativa, en Caldea (Andorra), donde el artista francés presenta No Judgement Here, una exposición que no solo se mira: se atraviesa. No es casual que este proyecto habite un espacio donde el cuerpo se relaja, se despoja, baja la guardia. Shangti entiende —y lo demuestra— que para mirar de verdad hay que desarmarse primero.

La inauguración reunió a más de un centenar de invitados. Pero más allá del dato, lo importante es otra cosa: la sensación de estar asistiendo a algo que no se agota en el evento. Porque No Judgement Here no es una exposición coyuntural ni una sucesión de imágenes impactantes. Es una declaración de intenciones. Una pregunta lanzada al aire con la elegancia de quien no necesita alzar la voz: ¿y si dejáramos de juzgar?

La pregunta parece sencilla. No lo es. Vivimos rodeados de juicios automáticos, de categorías prefabricadas, de miradas entrenadas para clasificar antes que para comprender. Shangti dinamita ese mecanismo desde la imagen, que es quizá el campo de batalla más feroz de nuestro tiempo. Porque hoy todo entra por los ojos, pero casi nada se queda en la mirada. Aquí la fotografía no pretende ser amable. Tampoco agresiva. Es incómodamente bella. Provoca sin caer en la estridencia. Seduce sin tranquilizar. Cada obra es una escena calculada, milimétrica, donde nada sobra y nada es casual. Hay cuerpos, símbolos, colores saturados, referencias al lujo, al deseo, al exceso. Pero siempre con una ironía fina, casi aristocrática, que impide que la imagen se convierta en panfleto.

Me interesa —y mucho— esa forma de trabajar la fotografía como si fuera un género mayor, con todas sus capas narrativas. Shangti pertenece a esa estirpe cada vez más rara de fotógrafos que no se conforman con capturar el mundo, sino que lo reconstruyen. Que escriben la imagen antes de producirla. Que piensan el encuadre como quien piensa una frase definitiva. Ahí aparece algo que para mí es esencial: el aura del fotógrafo. No la firma, no el nombre, no el reconocimiento en subastas. El aura es otra cosa. Es la presencia invisible del autor en cada imagen. Es saber quién está detrás sin necesidad de verlo. Shangti está en sus fotografías como está el director en una película o el autor en una novela: no se exhibe, pero se siente.

Las obras de No Judgement Here funcionan como pequeños relatos detenidos en el tiempo. Fragmentos de una historia mayor que nunca se cuenta del todo. Y esa es su fuerza. El espectador no recibe un mensaje cerrado; recibe una escena abierta. Se ve obligado a completar la narración, a preguntarse qué ocurrió antes, qué ocurrirá después. Mirar se convierte, entonces, en un acto activo. Incómodo. Responsable. Caldea, desde su propia filosofía, entiende bien ese diálogo entre arte y emoción. No se trata solo de exhibir obra, sino de crear contexto. Miguel Pedregal, director general del centro, lo expresaba con claridad al señalar que esta serie sacude, emociona e invita a la reflexión desde la belleza. No es una frase retórica: define con precisión lo que ocurre cuando las imágenes de Shangti se insertan en un espacio pensado para la experiencia sensorial.

El agua, el vapor, la arquitectura futurista, el cuerpo distendido del visitante… todo contribuye a que la fotografía no sea un objeto distante, sino una presencia cercana. Aquí no hay paredes blancas que enfríen la mirada. Hay un entorno vivo que amplifica el impacto emocional de la obra. Shangti lleva años construyendo un universo propio. Desde Arte vs Drugs, su primera gran colección, hasta esta nueva serie, su trabajo ha mantenido una coherencia ética y estética poco habitual. Hay denuncia, sí. Pero también hay glamour. Hay crítica social, pero envuelta en una belleza casi peligrosa. Porque lo bello, cuando se utiliza bien, desarma más que cualquier discurso.

Residente en Andorra desde 2016, Shangti se ha consolidado como una figura clave de la fotografía contemporánea internacional. Ha expuesto en Los Ángeles, Londres, Miami, Venecia. Participó en la Bienal de Venecia en 2019. Ha trabajado con marcas y nombres que pertenecen al imaginario global del lujo y la cultura pop. Y, sin embargo, su obra no se diluye en el éxito. Al contrario: parece afinarse. En 2025 se convirtió en el artista fotógrafo contemporáneo francés más cotizado en subastas. El dato impresiona, pero no explica lo esencial. Lo esencial es que Shangti no ha renunciado a una mirada incómoda. No ha suavizado su discurso para hacerlo digerible. Sigue hablando de normas sociales, de cuerpos que no encajan, de identidades que incomodan. Sigue poniendo el foco donde suele doler.

La exposición de Shangti se puede visitar en Caldea Andorra hasta abril de 2026

No Judgement Here es, en ese sentido, una celebración de la libertad individual. Pero no una libertad abstracta, de eslogan. Una libertad encarnada. Visible. Fotografiada. Shangti reivindica el derecho a ser uno mismo sin pedir permiso, sin miedo al juicio ajeno. Y lo hace desde la imagen, que es donde hoy se libran las batallas más crudas. Hay algo profundamente contemporáneo en su manera de asumir el artificio. No pretende engañar a nadie. La escenografía es evidente. El color es excesivo. La pose, teatral. Y, sin embargo, esa exageración revela una verdad más honda. Como si al empujar la imagen hasta el límite apareciera, por fin, lo auténtico.

Siempre he creído que la fotografía construida —la que se sabe artificio— es, paradójicamente, la más honesta. Porque no disimula, o no deja cosas al azar y a merced de la casualidad. Porque se presenta como lo que es: una interpretación del mundo. Shangti trabaja ahí, sin complejos. No documenta la realidad: la reformula. Salir de esta exposición es salir acompañado. Las imágenes se quedan. Persisten. Interrogan. Quizá porque hablan de algo que preferimos esquivar: nuestra tendencia a juzgar antes de comprender. A mirar sin ver. A clasificar para no implicarnos.

No Judgement Here propone lo contrario. Propone una mirada lenta, consciente, abierta. Propone el lujo —sí, el lujo— de no juzgar. Y en un mundo saturado de opiniones, sentencias y dogmas exprés, eso es casi un gesto revolucionario. La fotografía de Philippe Shangti no pide permiso ni perdón. Se planta delante del espectador con la seguridad de quien sabe que la belleza, cuando es honesta, también puede ser un arma. Y que a veces basta una imagen bien construida para que algo, dentro de nosotros, empiece a moverse. Eso es lo que ocurre aquí. Y por eso esta exposición importa.

*Artículo publicado en la edición print de ESSENCEmag Invierno 2025-2026

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