Hace un año, en una esquina de Recoletos, nació una criatura luminosa: Li-Onna, mitad Japón, mitad Latinoamérica, y con un alma que no sabe de fronteras. Recuerdo aquella primera cena —los palillos inquietos, la música insinuando una noche más larga— y la sensación de estar ante algo que iba a perdurar. Doce meses después, esa intuición se ha convertido en certeza: Li-Onna ya no es promesa, sino presencia.
Madrid, tan caprichosa con sus amores culinarios, se ha rendido a su encanto. Hay algo en ese cruce de técnica japonesa y pasión latina que despierta fidelidades insospechadas. La gente vuelve, recomienda, comparte. Y detrás de esa energía —lo digo con conocimiento de causa— hay un equipo con nombre y acento, que hace de la excelencia un hábito y del servicio un arte discreto.
Li-Onna ha logrado algo difícil: que la experiencia gastronómica tenga alma, ritmo y carácter. Los miércoles, su Vinyl Omakase convierte el sushi bar en una pequeña ceremonia de vinilos y sake, donde el sonido acaricia tanto como el bocado. A mediodía, las Bento Box traen orden y belleza a los días entre semana. Todo en Li-Onna vibra con esa armonía entre lo milimétrico y lo sensual, entre la técnica y el sentimiento.
Para celebrar su primer aniversario, el restaurante presentó nuevas incorporaciones que no solo amplían su carta, sino que reafirman su identidad: unas gyozas de pork belly y langostino envueltas en vinagre negro y chile con ajo; un Crispy Unagi Roll donde la anguila abraza el masago, la trufa y el aguacate; una brocheta de secreto ibérico barnizada en jerez, casi una oda al mestizaje; el Gold Member Roll, con wagyu japonés, foie y mango en un equilibrio hedonista; y un tartar de chu-toro que confía en la pureza del atún y la sutileza del mirin.
Li-Onna, como la mujer que inspira su nombre, sigue creciendo: fuerte, elegante, fiel a sí misma. Lo celebraron con una cena que fue más que una fiesta: amigos, sake, risas y esa sensación de estar participando en algo que apenas comienza. Porque, en el fondo, Li-Onna no celebra un año: celebra una manera de entender el placer.





