Hay algo profundamente luminoso en Clara Viladecans más allá de su oficio. No sólo diseña lámparas: cultiva atmósferas. Española de raíz y milanesa por elección, ha hecho de la luz su idioma más íntimo, un lenguaje donde dialogan el vidrio soplado y el latón curvado a mano, la tradición artesanal y la mirada contemporánea. En su trabajo hay una búsqueda constante de armonía —esa palabra que parece sencilla y, sin embargo, exige un alma precisa—.

Sus piezas respiran un aire mediterráneo, cálido y sereno, donde lo femenino no se impone, sino que flota. Son objetos que no gritan, sino que iluminan desde la sutileza. En tiempos de fugacidad, Clara crea para durar: con materiales nobles, procesos sostenibles y una devoción casi mística por la belleza útil. Desde Milán, sigue trazando esa frontera invisible entre la forma y la emoción, donde la luz se convierte en una forma de pensamiento.

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta en el diseño?
Cuando todo encaja de forma natural: los materiales, las texturas, los colores… Esa sensación de armonía en la que nada sobra ni falta.

¿Qué es lo que más teme al enfrentar un nuevo proyecto arquitectónico?
Más que miedo, diría que mi prioridad es entender bien lo que espera el cliente de mí. Es un equilibrio entre lo que yo puedo aportar y lo que los clientes necesitan. Si conseguimos alinearnos desde el principio, todo fluye mucho mejor.

¿Qué rasgo de su personalidad considera esencial para su trabajo creativo?
Mi sensibilidad estética y mi perseverancia. Creo que son necesarias para transformar conceptos en realidades.

¿Qué talento desearía tener además de los que ya posee en el ámbito del diseño?
Me habría encantado estudiar arquitectura. Empecé con diseño industrial y luego hice un máster en light design en Milán, pero cada vez me interesa más la arquitectura. No descarto seguir formándome en el futuro.

¿Cuál considera que ha sido su mayor logro profesional hasta la fecha?
Diseñar toda una colección de lámparas personalizadas para un nuevo hotel en Budapest. Más de 100 piezas creadas en paralelo… ¡Una locura! Pero verlas instaladas ha sido una satisfacción enorme.

¿Qué diseñador o arquitecto vivo admira más y por qué?
Michael Anastassiades y Sabine Marcelis. Tienen un estilo muy distinto pero me fascina su forma de jugar con las formas y la luz .

¿Cuál es la cualidad que más valora en un colaborador o colega?
La capacidad de escuchar. Parece básico, pero no siempre es fácil encontrarlo.

¿Qué proyecto le gustaría realizar que aún no ha tenido la oportunidad de abordar? 

Me encantaría diseñar una colección cápsula para firmas como Santa & Cole. Sería un sueño.

¿Qué objeto de diseño posee y atesora con especial cariño?
Una lámpara Tiffany que heredé de mi bisabuela. Ha sido una fuente de inspiración en muchas de mis creaciones.

¿Cómo describiría su estado mental actual en relación con su trabajo creativo?
En búsqueda constante de equilibrio entre mi vida profesional y personal. Trabajar por cuenta propia en un ámbito tan creativo hace que los límites entre ambos mundos sean casi inexistentes. No hay horarios, pero tampoco hay frenos.

¿Qué hábito personal considera que contribuye más a su éxito profesional?
Supongo que mi constancia! Intento ser muy disciplinada con mis rutinas.

¿Cuál es su lema o frase de cabecera que guía su filosofía de diseño?

«No tinguis pressa, no paris pero no cremis etapes.» («No tengas prisa, no pares pero no quemes etapas»). Es algo que mi madre me decía de pequeña y que con el tiempo he entendido que aplica perfectamente a la vida de un creativo y emprendedor. La paciencia y perseverancia son claves, aunque a veces cueste.

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