Por Marc Doménech
El mensaje materialista y hedonista de “vivir el presente” parece que inunda el mundo. Sí, está muy bien no vivir con el miedo de la incertidumbre pisándote los talones, no preocuparse por el futuro… pero la verdad, es que el futuro, tiene parte de su creación y sentido en el presente. Preocuparse por el futuro es, en parte, preocuparse por el presente. Si en el presente no se cuida la planta, no se siembra la semilla que debe germinar y continuar con tu legado, todo puede terminar, desvanecerse.
Samuel Castrejón es esa semilla que ha echado raíces profundas en la Escuela Taurina José Cubero “El Yiyo”, de Madrid, y ya florece en el ruedo para beneplácito del mundo taurino. Su triunfo en el «Camino Hacia Las Ventas» durante la pasada Feria de Otoño en Madrid no solo confirma su talento presente, sino que marca el inicio de un futuro que promete mucho más.
Su nombre ya suena con respeto en los tendidos, y su manera de interpretar el toreo —serena, templada, hondamente sentida— ha despertado la atención de la afición. En él conviven la inocencia de quien empieza y la madurez de quien entiende que el arte se aprehende.
Como Ícaro acercándose al sol, Samuel se eleva con determinación y cautela, consciente de la fuerza que lo impulsa, pero respetuoso con los límites que forjan su aprendizaje y su pasión.
PREGUNTA: ¿Cómo te sentiste el día que toreaste en Las Ventas?
RESPUESTA: Todo era ilusión, estás cumpliendo uno de los sueños de tu vida. Algo que siempre había visto desde fuera, pero no te imaginas trenzar un paseíllo y sentir ese runrún.
P. ¿Cómo te sentiste antes y cómo después?
R. Los momentos previos se viven con la incertidumbre propia de un día tan señalado como es tu debut en el coso venteño. Tuve la gran suerte de gestionar bien esos instantes previos, aunque no negaré que es inevitable no romperse de nervios.
Los momentos posteriores son bonitos, pero a la vez amargos: el reconocimiento de la afición, la satisfacción personal… pero siempre queda esa parte de intranquilidad, por el afán de redondear más las cosas y dar una imagen más pulida de tu toreo.
“De vez en cuando hay que descansar de la búsqueda de sentido y simplemente disfrutar de lo que sucede en el presente”.
P. ¿Qué es más difícil, la salido del hotel o la llegada?
R. Hombre, en días como ese la salida se hace un poco más cuesta arriba que la llegada. Los nervios del qué pasará o el pensar en cómo se desarrollará la tarde son complicados. Aunque he de decir que, al llegar al hotel, el pensar que ya todo ha pasado -tanto ese momento como todas las semanas previas de preparación- es triste.
P. ¿Cómo está siendo tu paso por la Escuela Taurina «El Yiyo»?
R. La escuela es una casa, un refugio, un nido al que acudo cada tarde. A esta etapa de mi vida siempre le tendré un cariño especial: los comienzos, la inocencia y, sobre todo, la ilusión, tanto la mía como la de mis compañeros, que al igual que yo trabajamos para cumplir nuestras metas y sueños. Con la ayuda de nuestros maestros, que son una parte fundamental en nuestras vidas para guiarnos y enseñarnos los caminos.
“Nuestro maestro Robleño transmite la importancia de hacer las cosas con sentido y con alma, no solo por lucimiento. Es un torero que nunca se ha dejado vencer por las dificultades, que sigue defendiendo el toreo con dignidad y pasión”.
P. ¿Qué es lo mejor que te han enseñado tus maestros?
R. Con la gran élite de maestros que tenemos, cada día aprendes nuevas cosas. Pero sin duda lo que más me llevo es la enseñanza que me han dado en tener paciencia y esperar el momento de cada uno.
Hace unos días escuché la entrevista a mi admirado maestro Rafael de Julia, y saqué una reflexión bonita: de vez en cuando hay que descansar de la búsqueda de sentido y simplemente disfrutar de lo que sucede en el presente.

P. ¿Es importante para vosotros la figura del maestro Fernando Robleño?
R. Es esencial. Aprendemos cosas mucho más profundas que solo la técnica del toreo. Es cercanía, porque comparte la pasión con nosotros como quien entiende el sueño y el miedo. Transmite la importancia de hacer las cosas con sentido y con alma, no solo por lucimiento. Es un torero que nunca se ha dejado vencer por las dificultades, que sigue defendiendo el toreo con dignidad y pasión.
P. ¿Recuerdas el momento en que decidiste dedicarte a esto?
R. Sí. He tenido dos etapas en esta profesión. La primera fue cuando era pequeño, cuando entré en la escuela con siete años, entonces se llamaba «Marcial Lalanda». Estuve dos años y decidí dejarlo porque pensaba que no era lo suficientemente valiente como para dedicarme a ello.
En 2020 estuve un año viviendo en el extranjero, y eso me sirvió para darme cuenta de que no podía seguir viviendo sin torear. Pero sabía que, si volvía a entrar en la escuela, era para dar mi cien por cien durante el resto de mis días. La mejor decisión que he tomado.
P. ¿Qué es lo más difícil en esta etapa sin caballos?
R. Lo más difícil diría que es encontrar la unión con el animal. El eral embiste “jugando”, como quien dice. Entonces, para ciertas formas de torear, se hace más complicado encontrar ese punto de disfrute total con él.
P. Alguien tan joven como tú, ¿qué problemas puede encontrar para empezar en este mundo?
R. Bueno, no sé si lo llamaría problema. Es cierto que, en una profesión tan pulcra como esta, el factor suerte y que se alineen las cosas en momentos puntuales tienen que estar presentes. Pero en esta vida nada es fácil: hay que luchar mucho y tener un amor apasionado por lo que haces, y eso es lo que te llevará a conseguir tus objetivos.
P. ¿Existen límites?
R. No lo creo. Pienso firmemente que los límites se los pone uno. Tengo una cita que me gusta mucho repetir, de un antiguo presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt: “El único límite para nuestros logros de mañana está en nuestras dudas de hoy”.
P. ¿Eres competitivo?
R. Sí, mucho. Nunca me ha gustado que nadie me gane la pelea en nada, y pienso que eso es lo que te puede llevar a conseguir grandes cosas en la vida.
“Ser torero te da una identidad fuerte, una meta clara que muchos adolescentes no tienen. Saber lo que quieres te diferencia y te da madurez”.
P. ¿Cómo describes las sensaciones en el ruedo de Las Ventas?
R. Son únicas. La exigencia y la seriedad de esa plaza hacen que, cuando conectas con los de arriba y estás sintiendo lo que haces, experimentes emociones que estoy seguro de que no se pueden sentir en ningún otro campo.
P. ¿Dónde quieras llegar?
R. Quiero llegar donde la pasión no tenga miedo y el esfuerzo haya cobrado sentido.
P. ¿De qué manera afecta a tu adolescencia tomar la decisión de querer ser torero?
R. Te da una identidad fuerte, una meta clara que muchos adolescentes no tienen. Saber lo que quieres te diferencia y te da madurez. Desarrollas disciplina, constancia y resistencia emocional, virtudes poco comunes en esta edad. Aprendes a manejar el miedo y la presión, algo que te sirve no solo en el ruedo, sino en la vida. Te enseña a conocerte a ti mismo: tus límites, tus valores, tus emociones. Conoces a personas en este mundo que acaban formando parte de tu familia, y eso es muy bonito.
P. ¿Cómo explicas a gente ajena a este mundo lo que sientes delante de un novillo?
R. Justo el otro día viví una situación así. Una francesa completamente ajena a este mundo me preguntaba por qué quería ser torero, a lo que le respondí que era complicado explicarlo con palabras; se vive con el cuerpo entero, con el alma en alerta y el corazón abierto. Le hablé del momento en el que consigues reducir la embestida y la conviertes en un poema. Cuando sientes que el animal y tú respiráis al mismo ritmo y hay un segundo eterno donde la vida se detiene y el alma se agranda.
Eso, y solo eso, es lo que te engancha para siempre.

Castrejón nos recuerda que ser joven no tiene por qué ser sinónimo de impetuoso. Escucharlo es asomarse a una mente juvenil que piensa como una veterana, plenamente consciente de la responsabilidad que conlleva cada paso que da, en el ruedo y en la vida. Su discurso está hecho de paciencia, respeto y fe en el oficio; su historia es la de quien aprende, sufre y disfruta con igual intensidad, sabe que los límites los pone uno mismo.
Hablando con Samuel, uno no puede dejar de pensar en esa semilla que, bien cuidada, promete convertirse en un árbol firme y frondoso. Su triunfo en el «Camino Hacia Las Ventas» es la promesa de que el presente, bien vivido, puede ser el mejor cimiento para un futuro que ya empieza a sonar.
Fotos: Bertie Espinosa





