La conozco desde hace años, desde aquellos días en que todo era collage, tijera y una especie de magia doméstica que ella transformaba en arte. Pilar García-Ferrer —o Pilsferrer, como la conocemos los que la hemos visto crecer entre papeles, telas y maderas nobles— es, para mí, sinónimo de buen gusto. No del gusto impostado, de escaparate, sino del que nace de la sensibilidad y del ojo que ve belleza en lo cotidiano. A Pilar habría que mandarle todas esas revistas que uno ya no sabe dónde guardar, para que ella, con su calma y su instinto, las recorte y recomponga en algo nuevo, más honesto, más suyo. Porque en sus manos lo banal se vuelve poético, y lo decorativo, esencial.
Ahora presenta Como en Casa, una colección que no solo lleva su firma, sino también su manera de estar en el mundo: cálida, ordenada, consciente, con alma madrileña y con esa armonía entre lo estético y lo emocional que solo ella sabe equilibrar. La Torre de Valencia, con su brutalismo domesticado, fue el escenario elegido para mostrar este regreso al origen. Un regreso al hogar como concepto, como refugio, como espejo. Y en ese viaje de materiales nobles y silencios bien diseñados, Pilar confirma que la elegancia, cuando es verdadera, nunca hace ruido: simplemente está. Pilsferrer Casa lanza su segunda línea de decoración. Una colección que regresa al origen, a la idea de hogar, a Madrid. El Madrid más castizo, el que te hace sentir como en casa, con piezas que, además de ser decorativas, ayudan a construir un hogar.
Inspirada en los lugares más icónicos de la ciudad, la colección se presenta en otro icono: la Torre de Valencia de Javier Carvajal. Brutalismo madrileño en estado puro. Un edificio con vistas privilegiadas para que la ciudad invada la vivienda —también diseñada por Pilsferrer Estudio— y se funda con la nueva colección de mobiliario.
Entre hormigón y cielo, la cápsula plantea una pregunta esencial: ¿qué convierte un espacio en hogar? La respuesta llega en forma de objetos con alma, diseñados con vocación de perdurar y capaces de transmitir serenidad y autenticidad. Cada pieza ha sido seleccionada y fabricada con cuidado, uniendo la tradición artesanal española con un diseño contemporáneo.
“Como en Casa” suena a regreso. ¿A qué lugar vuelve esta colección?
Vuelve al origen. A esa sensación de calidez, de verdad, de pertenencia. A la casa entendida como refugio, pero también como espejo de quien la habita. Después de años de ritmo frenético, necesitaba reconectar con lo esencial: los materiales nobles, los colores que transmiten serenidad y las piezas que envejecen bien. Esta colección es un regreso a la raíz emocional de mi trabajo y, de algún modo, a mis propios recuerdos de hogar.
¿Por qué elegiste la Torre de Valencia para presentar la colección?
La Torre de Valencia es una joya de la arquitectura brutalista madrileña y una de las obras más interesantes de Javier Carvajal. La estudié en la carrera y siempre me fascinó su rotundidad estructural y su valentía formal. Me atrae esa dualidad: por fuera es una pieza imponente, casi escultórica, y por dentro puede albergar espacios cálidos, íntimos, llenos de vida. Me parecía el escenario perfecto para presentar una colección que precisamente habla de eso: de encontrar la belleza dentro de lo esencial.
La pregunta que sobrevuela todo el proyecto es: ¿qué convierte un espacio en hogar?
Para mí un hogar se construye con vínculos. No es una cuestión de metros ni de estilos, sino de emoción. Un hogar es donde te sientes acogido, donde cada pieza tiene un porqué y te recuerda algo. Puede ser una mesa en torno a la cual te reúnes, una luz cálida al final del día o el olor del café por la mañana. El hogar no se diseña, se vive.
Tus piezas tienen nombres muy madrileños: Chotis, Las Ventas, Neptuno, Cibeles… ¿Qué papel juega la ciudad en tu proceso creativo?
Madrid lo impregna todo. Es la ciudad donde nací, donde trabajo y donde he aprendido a mirar. Me inspira su mezcla de tradición y modernidad, su energía, su carácter castizo y su luz, que cambia por horas. Me gusta que mis piezas lleven nombres madrileños porque cada una rinde homenaje a una parte de la ciudad: a su historia, a su ritmo y a esa manera tan madrileña de vivir con intensidad y cercanía.
En tiempos de producción masiva, ¿por qué volver a la artesanía?
Porque es lo que da alma a las cosas. La artesanía implica tiempo, conocimiento, imperfección y verdad. En cada pieza artesanal hay una historia detrás, una huella humana. Además, trabajar con artesanos españoles me permite aprender constantemente, dialogar con quienes dominan los oficios y mantener vivo un patrimonio que no puede perderse. Frente a la inmediatez, la artesanía representa permanencia.
La colección defiende el lujo consciente. ¿Cómo se conjugan sostenibilidad y exclusividad?
Para mí el lujo consciente no tiene que ver con el exceso, sino con la autenticidad. Es elegir materiales nobles, duraderos, producidos de forma responsable, y diseñar piezas que acompañen toda una vida. La exclusividad no está en la cantidad, sino en el cuidado con el que se hacen las cosas. Sostenibilidad y lujo pueden convivir perfectamente cuando hay intención, diseño y respeto por el proceso.
Arquitectura, diseño, collage… ¿cómo se influencian entre sí en tu trabajo?
Para mí todo forma parte del mismo lenguaje. El collage me ha enseñado a componer, a equilibrar y a entender la importancia del vacío. La arquitectura me aporta la estructura, la escala y la lógica constructiva. Y el diseño de interiores y mobiliario me permite llevar esa visión a lo cotidiano. Cada disciplina se nutre de la otra; juntas crean una mirada transversal y coherente.

¿Qué aprendiste con esta segunda colección que no supieras con la primera?
Aprendí a soltar. En la primera colección todo era nuevo: la ansiedad por hacerlo perfecto, por abarcarlo todo. En esta segunda he disfrutado más del proceso, he trabajado con más seguridad y con un equipo muy consolidado. También he entendido que las piezas necesitan su propio tiempo: que un mueble no se fuerza, se deja madurar hasta que encuentra su forma.
En el lanzamiento hubo vino, música y una atmósfera muy cálida. ¿Qué querías que los invitados sintieran?
Quería que sintieran exactamente eso: que estaban en casa. Que entraban en un espacio donde todo invitaba a quedarse, a tocar, a conversar. Que no vieran solo mobiliario, sino un universo. Las piezas estaban pensadas para convivir, no para exponerse; quería que la gente se sentara, que probara, que se dejara envolver por la atmósfera. Un vino de Montecillo para que nos reuniera a todos.
¿Cómo imaginas el futuro de Pilsferrer Casa?
Me gustaría que siguiera creciendo con coherencia, pero sin perder su esencia. Seguir apostando por la artesanía española, colaborar con nuevos talleres y, ojalá, abrir un espacio físico donde poder mostrar todo el universo Pilsferrer: mobiliario, textiles, objetos, arte… Un lugar donde se entienda lo que somos.
Si tuvieras que definir tu estilo en una sola frase, ¿cuál sería?
Equilibrio entre lo estético, lo funcional y lo emocional.
Y si tuvieras que definir el alma de tu casa ideal, ¿cómo sería?
Sería una casa vivida, luminosa y sincera. Con olor a café recién hecho, a madera natural y a vida real. Una casa que no se impone, sino que acoge.

Descubre el resto de la colección en: https://pilsferrer.com/





