Por Marc Doménech
En el lubricán de la temporada taurina española, cuando muchos toreros hacen “las Américas”, Las Ventas publica sus estadísticas históricas -con las que más de uno se ha atragantado- y otros jóvenes toreros buscan reencontrarse consigo mismos y preparar la próxima temporada, hablamos con Víctor Barroso.
Natural de El Puerto de Santa María -“quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros”, dijo Joselito-, Barroso encuentra esa conversación interior que a veces se busca y otras impone el silencio. Tras la temporada como novillero, nos concede esta entrevista con una calma en la que el torero se reencuentra con el hombre.
Formado en la Escuela Taurina “La Gallosina” de su ciudad, a los 22 años vive con una disciplina casi castrense de quienes han elegido un camino exigente: madrugar, poner rumbo a Sanlúcar y entrenar cada mañana. “Entrenar mucho la técnica para luego poder olvidarte de ella y ser uno mismo”, dice. Una de las paradojas de este bello mundo.
Con esa calma y esa lucidez, hablamos con Víctor Barroso sobre la temporada, el miedo, la madurez y el silencio que queda cuando la plaza se vacía.

PREGUNTA: ¿Cuáles son los “síes” de tu vida?
RESPUESTA: He apostado siempre por lo que me hace feliz. En mi caso, el toro. Desde pequeño ha sido, y es, una parte de mí.
P. ¿Te da más miedo que te olviden… o decepcionarte a ti mismo?
R. Ambas. Muchas veces, a lo largo del día, me pongo a hablar conmigo mismo, y me da mucho miedo el decepcionarme. Por supuesto, también a los demás. Pero uno tiene que estar en un crecimiento personal constante, en una conversación continua con uno mismo.
P. ¿Cómo se maneja el vértigo de tener 22 años y subir y bajar, dependiendo de la tarde y la temporada?
R. Forma parte del camino. El toreo es una cura de humildad constante. Lo importante es no estancarse en lo malo. Aunque, en realidad es en los momentos duros donde se forja el carácter de una persona, en cualquier disciplina. Si no tienes los pies en el suelo, o alguien que te los ponga, tarde o temprano te chocas. Por eso digo que uno siempre está en constante evolución.
P. Has pasado por altibajos, incluso con una retirada temporal. ¿Qué aprendiste de esa etapa?
R. Aprendí que las decisiones las tiene que tomar uno mismo.
P. ¿Cuál ha sido el momento más duro de tu carrera hasta ahora?
R. Fue en 2023. He pasado altibajos, como todos, pero lo peor fue querer buscar cosas para mi crecimiento profesional y no dar con la tecla. Después me di cuenta de que todo tiene un proceso, y que la vida te pone en el camino a los profesionales que necesitas en cada etapa. Cada uno te aporta algo distinto, y ahí es cuando uno tiene que estar atento y saber coger lo que le pueda ayudar y servir.
P. ¿Qué te dirías a ti mismo en el espejo después de una mala tarde?
R. Suelo tratarme mal y, la verdad, no me gusta ni mirarme al espejo cuando algo no sale como quisiera. Creo que es normal cuando uno tiene las expectativas altas. Ya sabes lo que dice el dicho: “el hombre compone, Dios dispone y el toro lo descompone”. Lo importante es llegar vacío al hotel y que en tu conciencia no quede que no lo has intentado.
“Pero la realidad es que estás «solo” y las dudas que surgen las tienes que responder tú”.
P. ¿Cómo ha sido esta última temporada para ti, en lo personal y en lo profesional?
R. Ha sido muy positiva. He toreado por primera vez en México, y ha sido una de las experiencias más bonitas de mi vida. He vuelto a entrar en Francia y tanto yo como los aficionados y profesionales hemos visto un crecimiento muy positivo, algo que llevaba tiempo buscando. De todas formas, hay que seguir buscándolo.
P. Esta temporada, ¿cuál fue la tarde en la que sentiste que estabas de verdad?
R. Me noté bien en Francia, dentro de las opciones que tuve y con ganaderías denominadas «duras». Pero el día en que todo salió de verdad fue en El Puerto de Santa María. Ese día recordé por qué quiero ser torero. Fue un día muy emocionante y también muy duro, por la presión que conlleva.
R. ¿Qué pesa más al terminar la temporada: la satisfacción o el cansancio emocional?
P. Me gustaría encontrar la respuesta a esta pregunta cuando toree 40 festejos al año. De momento, todo son ganas de seguir creciendo.
P. Cuando viajas de plaza en plaza, ¿te sientes libre o te sientes solo?
R. Es verdad que esos momentos son muy personales. Siento el cariño y el apoyo de los aficionados, de mi gente y de mi cuadrilla, pero la realidad es que estás «solo», por llamarlo de alguna manera, y las dudas que surgen las tienes que responder tú.
P. ¿Qué preparación te exige el toro?
R. Mucha mentalización, preparación física y técnica. Parece contradictorio, pero hay que entrenar mucho la técnica para luego poder olvidarte de ella y ser uno mismo.

P. ¿Tienes algún ritual íntimo antes de torear, algo que nadie sabe?
R. Llamo a mí madre después de los sorteos. Me gusta hablar con ella, rezar en el hotel y en la capilla de la plaza. Gracias a Dios me he quitado muchas manías innecesarias, pero esas tres cosas no pueden faltar.
P. ¿Cómo te cambia la vida cuando termina la temporada y de repente hay silencio?
R. Creo que ese silencio hace falta. Sirve para preparar primero a la persona y luego al torero. La persona, sin el torero, puede vivir; pero al revés, no.
P. ¿Qué haces en estos meses sin toros para prepararte o reconectar contigo mismo?
R. El día a día es casi el mismo. Es verdad que también hay que saber disfrutar de la familia y de los amigos ahora que uno tiene algo más de tiempo.
“Torear siempre me dará la felicidad. El maestro Rodolfo Rodríguez «El Pana» decía que ser torero es más bonito que ser rey”.
P. ¿Qué te inspira más: la música, la soledad o el mar del Puerto?
R. La música y el mar son las dos cosas que más me inspiran. Me ayudan a desconectar y a reiniciar la mente en los momentos que más falta me hace.
P. ¿Te cuesta enamorarte cuando vives en un mundo tan intenso y efímero?
R. Cuando he tenido que hacerlo, lo he hecho. Es sano, aunque digan lo contrario. No he vivido mucho está situación, pero como ya he dicho antes: tiene que estar feliz primero la persona para que el torero esté en plenitud. Siempre y cuando te aporte y sepas gestionarlo. Si no sabes gestionarlo, es mejor apartarlo a un lado.
P. ¿Tienes miedo de que un día el toreo deje de hacerte feliz?
R. El toreo nunca me dejará de hacer feliz, ni a mí ni a ninguno de los que soñamos con crecer en este mundo. Otra cosa son los entresijos que hay dentro, como en cualquier otro ámbito. Pero torear siempre me dará la felicidad. El maestro Rodolfo Rodríguez, «El Pana», decía que ser torero es más bonito que ser rey.
P. ¿Cuál ha sido el mayor acto de valor de tu vida fuera del toro?
R. Prefiero que quede para mí. Pero sí, he tenido que apostar fuerte alguna que otra vez.
P. Si el toreo fuera una persona, ¿qué conversación pendiente tendrías con ella?
R. Es una pregunta difícil, pero le diría: qué es lo que tienes, que me has llevado al límite en cuerpo y alma, y aun así nunca has conseguido alejarme de ti.
Creo que esto solo lo entenderán los toreros.

Al final, conversar con Víctor deja la sensación de estar ante alguien que no busca respuestas definitivas, sino preguntas que lo mantengan despierto. En su manera de mirar, hay más observación que exhibición, más aprendizaje que ambición.
“Todo tiene un proceso”, repite varias veces a lo largo de la charla. Y quizá ahí esté su verdadera madurez: en aceptar el tiempo como aliado, no como enemigo. El torero necesita de ese hombre que vuelve a encontrarse con lo que realmente es.
Fotos: cedidas por Víctor Barroso.





