Rodrigo Fernández es de esos nombres que uno pronuncia con la naturalidad de quien lleva mucho tiempo teniéndolo cerca. Yo ya lo conocía de antes, lo había visto crecer en torno a un empeño tan personal como firme: hacer de unos zapatos algo más que un calzado, casi un pacto secreto con la elegancia. Siempre me impresionó esa determinación suya, tan madrileña y tan universal, que no necesita ruidos ni aspavientos para imponerse. Y confieso que con Diplomatic me ocurrió algo que jamás me había pasado: estrenarlos sin penitencia. Ningún roce, ninguna ampolla, ningún paseo cojo de regreso a casa. Al contrario, fueron los primeros zapatos que, al nacer de su caja, ya estaban curtidos en nobleza. El único par que me permitió, en lugar de reposar, salir corriendo. Y correr no de huida, sino hacia ellos, hacia ese pequeño templo en Claudio Coello que parece una tienda pero es, en realidad, un vestidor del alma.
La tienda es íntima, casi recogida, pero alberga un universo entero, un cosmos que empieza por los pies y termina en la cabeza de quien sabe vestirse desde el suelo hacia arriba. Entrar allí es como cruzar un umbral discreto hacia otra manera de estar en el mundo, donde el zapato no es un accesorio, sino el primer verso de la estrofa diaria. Rodrigo lo sabe, y lo ha sabido siempre: que el buen andar empieza en el gesto de atarse los cordones, que la elegancia no se mide en escaparates luminosos, sino en el silencio de unas hormas perfectas.

Si la revolución de mayo del 78 tuviese lugar hoy, no tengo duda que se empezaría a vestir de Diplomatic. Es un calzado revolucionario. ¿Y porqué no?, bajo los adoquines, Diplomatic. Por eso lo entrevistamos hoy, porque su historia, como sus zapatos, está hecha para acompañar, para durar y para recordar que la prisa y el estilo no son incompatibles cuando alguien ha sabido fabricar lo definitivo.
– Rodrigo, ¿Qué hay detrás de un zapato?
Detrás del zapato que se ve expuesto en nuestra tienda hay oficio, está la pasión de un equipo de diseño, las horas de trabajo y el cuidado al detalle de los artesanos que lo fabrican. Un zapato siempre cuenta una historia que empieza mucho antes de calzarlo, y que tiene como epílogo la ilusión de quien lo va a estrenar.
– ¿Se nace con la obsesión por la forma o uno se educa en ella?
Hay quienes nacen con esa mirada afinada y otros que la aprenden a base de equivocarse y volverlo a intentar. En mi caso, fue una mezcla; curiosidad innata y disciplina, ser consciente y constante con mi visión. Dicho esto, es innegable que el gusto se puede y se debe educar siempre que tengamos ocasión, porque es algo perenne pero que nunca deja de renovarse. Puede parecer paradójico, pero es así.
– Cuando fundaste Diplomatic con doce pares… ¿Era un juego o un acto de fe?
Sin duda un acto de fe, y sobretodo de confianza en el producto y en el factor humano que hay detrás de él. Había incertidumbre, por supuesto, pero también una convicción clara de que cuando haces las cosas con calidad y mimo, encuentran su publico. Dicho en otras palabras, si los zapatos eran buenos, encontrarían su camino, y a día de hoy, con todo lo que ha ocurrido en estos casi diez años, sigo viendo la expansión y el crecimiento de la marca con la misma mentalidad.
– El cuero, ¿Es solo materia o también memoria?
La piel tiene memoria, por supuesto. Se amolda, recuerda la forma del pie, y el rastro del tiempo que pasa por ella. Y eso ocurre también a la viceversa. Unos zapatos fabricados artesanalmente con una buena piel siempre serán bien recordados.
– ¿De qué pie cojea hoy la moda?
De la velocidad. Hay un ansia constante en la industria por diseñar más rápido, producir más rápido, consumir más rápido… Falta pausa y autenticidad, algo que siempre ha estado en el corazón del sector se está dejando atrás. Ahí es donde nosotros creemos que reside el verdadero lujo, en crear un calzado de una calidad que rompa con esa ansiedad del fast-fashion.
– Tus zapatos han calzado a empresarios, políticos y a la jet… ¿Qué mirada tienes tú desde la trastienda?
Desde la trastienda se ve menos brillo y más verdad. Nos llegan pies cansados y siempre con prisas. También unas expectativas muy distintas. En la prueba, la jerarquía se diluye; todos necesitamos lo mismo. Un zapato que no nos falle en una reunión larga, un viaje o una noche pública. Nuestro trabajo es escuchar sus necesidades y ofrecerles el producto que las cubre, que no siempre es el que ellos tienen en mente. A veces hay que decir “no” a una horma que no les conviene, o proponer u tacón mas bajo; la honestidad técnica genera confianza y crea cercanía con personas que, desde fuera, pueden parecer muy lejanas. Nosotros no prestamos atención a un apellido, prestamos atención a su forma de caminar cuando nadie mira.
– Madrid: ¿Inspiración, escenario o laboratorio?
Todo a la vez. Madrid es caótica, pero esa mezcla de tradición y modernidad siempre te da algo nuevo que observar. Madrid es España y es el mundo; un microcosmos de nuevas ideas y personas increíbles que están esperando a ser descubiertas. Especialmente ahora mismo, no hay nada como Madrid.
– ¿Qué es la elegancia para un hombre del 95?
Pues supongo que lo mismo que para ti o para cualquiera que tenga un pie dentro de este mundillo. No es etiqueta, es actitud. Saber estar, ser coherente y sentirse cómodo en lo que uno lleva. Estamos saliendo como sociedad de una etapa muy dura, en la que se relacionaba la elegancia con el precio y con la marca, cuando eso tradicionalmente nunca ha sido así. Una persona puede ser igual de elegante con unas alpargatas que con un oxford, la cuestión es saber cuándo y cómo.
– ¿Sientes que el zapato todavía guarda un secreto de poder?
Sí, y creo que es un poder muy sutil, casi invisible. Un zapato bien hecho y bien llevado no es solo un complemento estético: condiciona la postura, la manera de caminar, incluso la seguridad con la que uno entra en una sala. No se trata de que los demás lo vean, sino de cómo lo siente quien lo lleva. Cuando alguien se calza un par que le queda perfecto su cuerpo lo agradece y su actitud cambia, aunque sea casi subconscientemente.

– El proceso artesanal… ¿es resistencia o es poesía?
Es resistencia en la dificultad añadida que conlleva pero también poesía en su propio ser. Resistencia frente a la inmediatez de la tendencia actual y poesía porque siempre hay belleza en hacer las cosas bien, sin atajos.
– Cuando piensas en futuro ¿Ves una tienda más o un manifiesto?
Ahora mismo, el futuro para Diplomatic es sinónimo de un crecimiento estratégico muy relacionado con la línea wholesale, con lo cual se aleja bastante de la visión de “una tienda más”. Nuestro departamento de growth ha diseñado una modalidad de colaboración muy atractiva para pequeños comercios y sastrerías gracias a la cual se están alineando una serie de partners muy especiales, y con los cuales estamos disfrutando mucho de trabajar. Hoy en día hay muchas más opciones que la clásica expansión territorial en puntos de venta físicos, y sería una pena no aprovecharlas.
– ¿Eres más de caminar lento o caminar ligero?
De caminar al ritmo que toca. Hay momentos de pausa y otros en los que hay que avanzar más rápido. Lo importante es saber orientarse en los caminos de la vida, el ritmo al que vayas es lo de menos. Todo sea dicho, personalmente llevo un tiempo caminando muy ligero.
– ¿Dónde se aprende más, en los talleres o en la universidad?
En los talleres. La Universidad es esencial, y te da una teoría sin la cual es muy complicado avanzar por tu cuenta, pero en el taller entiendes la vida real que supone un oficio. Cuando vas a un taller te das cuenta de que no necesitas ningún título, ni una biografía de LinkedIn de dos párrafos, para poder crear algo bello y bien hecho; solo tiempo, pasión y dedicación.
– Si tus zapatos hablasen, ¿qué dirían de ti?
Que soy una persona inquieta. Me muevo mucho, y andando siempre que puedo. A veces piso fuerte, otras veces con cuidado, pero siempre llevo los zapatos limpios, eso para mí es un esencial.
– ¿Qué es Diplomatic? ¿Un alter ego?
Diplomatic es una extensión de mí y de mi visión, pero con voz propia. El verbo hecho carne, por así decirlo. Es mi manera de dialogar con el mundo a través de un producto que me fascina y que me ilusiona poder poner al alcance de los demás.
Por Bertie Espinosa










