Por Bertie Espinosa
Nos citamos en Acid Café, un 11 de septiembre que amaneció con la calma engañosa de los días que después se convierten en historia personal. La sala, blanca y desnuda, parecía más bien una habitación de interrogatorios, y tal vez de eso se trataba: de preguntar sin red, de hurgar en los pliegues de un arquitecto que se ha atrevido a diseñar no solo espacios, sino formas de vida. Alfonso Cobo pidió lo suyo, yo pedí una Fritz-Kola alemana que llevaba la etiqueta como un secreto industrial, y en la mesa quedó ese aire de confidencia matinal, donde la cafeína se mezcla con las preguntas grandes: miedo, vida, alegría, proyectos.
Hablamos del Olivar —cinco viviendas que parecen sembradas en distintas geografías, todas con alma propia, todas con el pulso de un arquitecto que entiende que la arquitectura no son muros, sino recuerdos que se habitan—. Hablamos del sueño americano convertido en método, en disciplina y en aventura; del niño que quiso dibujar casas y del hombre que hoy levanta hogares como si fueran manifiestos. Entre sorbo y sorbo, entre pausa y carcajada, Cobo fue desplegando la certeza de que construir es, en el fondo, un acto de fe.

Hay personas que parecen vivir tres vidas en una. Alfonso Cobo (Canarias, 1992) estudió arquitectura, creó una de las apps más premiadas del mundo (Unfold), la vendió a Squarespace y volvió a empezar desde cero con otra (Hypelist). Vive entre Nueva York y Los Ángeles, aunque a veces su corazón se instala en una calle de Madrid, o bajo el cielo lento de Jaén. Es de esos hombres que no necesitan hacer ruido para ser icono: su vida es una lección callada de curiosidad, diseño y renacimiento.
¿Te siguen llamando “Alfie”?
[Ríe] Sí, en inglés es más fácil. En España suena raro, pero fuera ya se ha quedado.
¿Dónde te sientes de verdad en casa?
Curiosamente, cada vez más en España. He vivido muchos años fuera, y cuanto más lejos estás, más valoras lo nuestro: la gente, la cercanía, la forma de vivir y de crear.
¿Qué aprendiste al marcharte tan joven?
A estar incómodo. A no saber qué va a pasar y seguir adelante. Cuando tienes 18 años y te vas solo a otro país, te descubres.
¿Cómo nació Unfold?
Estudiaba en Parsons, en Nueva York, becado y con poco dinero. Mi proyecto final fue una app para crear contenido visual con plantillas. Lo que empezó como un experimento acabó siendo la app del año para Apple y Google. Fue un éxito brutal… y abrumador.
¿Cómo se gestiona algo así a los 25 años?
Con más intuición que experiencia. Había presión, claro, pero también ilusión. Me levantaba cada día pensando: “Estoy construyendo algo bonito”.
¿Y cuándo decidiste venderla?
Cuando sentí que mi papel ya no era necesario. La vendí a Squarespace y estuve con ellos cuatro años. Luego volví a empezar con Hypelist, una red social para compartir tus cosas favoritas: películas, libros, viajes… Ya tiene casi un millón de usuarios.
¿Qué te atrae tanto del diseño?
Que no es solo estética, es una forma de pensar. El diseño te enseña a resolver problemas con belleza.
También te apasiona la arquitectura. ¿Qué te da que no te da lo digital?
La materia. El olor de un espacio. La luz. Lo físico. Empecé comprando pequeños apartamentos en Nueva York, y hoy tengo proyectos en Los Ángeles, Madrid, Bali o los Hamptons. Todos reflejan algo de mi historia, un toque mediterráneo, un olivo en mitad del salón.
El creador de Unfold y Hypelist vive entre Nueva York y Los Ángeles, pero lleva a España en la piel. Diseñador, emprendedor y arquitecto de sí mismo, Cobo representa a una nueva generación que une arte, tecnología y calma.
¿Dónde duermes mejor?
En Madrid. Tengo un piso en la calle Mayor. Me gusta caminar, escuchar la ciudad. Madrid tiene algo de verdad que no encuentro en ningún sitio.
¿Cómo es un día en tu vida?
Me levanto temprano, sobre las cinco. Es la hora más tranquila del mundo. Trabajo, diseño, leo. Intento llevar una vida simple. Para mí el éxito es tener la mente calmada.
¿Y cuando cierras el ordenador?
Viajo, cocino, salgo poco. He pasado de decir sí a todo a elegir lo que realmente me hace bien.
¿De qué te arrepientes?
De nada. Si algo sale mal, aprendes. Si sale bien, creces. El arrepentimiento es una trampa del tiempo.
¿Cuál ha sido el lugar que más te ha impresionado?
Costa Rica, por su naturaleza. Y Seúl, por su diseño. Es una ciudad que te hace creer en el futuro.
¿A qué le tienes miedo?
A veces a no estar a la altura de mis propias ideas. Pero el miedo también es gasolina. Me gusta vivir un poco incómodo.
¿Qué sueñas ahora?
Con usar la tecnología y el diseño para algo más social. Que la inteligencia artificial no se quede en manos de unos pocos.
¿Volverás a España?
Sí, seguro. De algún modo nunca me he ido.
¿Y el libro?
[Ríe] Tengo hasta los capítulos pensados. Falta el valor. Quizá cuando logre escribir sin miedo.





