Por Marc Doménech
Roberto Martín, Jarocho, salió a hombros por la puerta grande de Las Ventas la temporada pasada en su etapa como novillero, pocos pueden contarlo. El mismo año en que recibió la alternativa, ahora -en este dos mil veinticinco- la confirma.
El día anterior a la confirmación nos reunimos en La Giralda. No viajamos por España: el barrio de Salamanca guarda en sus entrañas este restaurante, nacido cuando la milla de oro madrileña todavía no era milla de oro, hace ya 32 años. Comida andaluza, de calidad y bien ejecutada. Calidez, esencia y pureza; jamón de bellota, manzanilla de Sanlúcar y toreo clásico.
Llega Jarocho, acompañado de un buen amigo en su mañana repleta. Es un hombre comedido, reflexivo, joven… es torero, lo confirma, y lo parece. Extraña su tranquilidad antes de un día tan importante. Americana cruzada blanca impoluta y camisa floreada, bautizada ya por muchos como “morantista”: una combinación que solo algunos pocos pueden (y saben) llevar. En su estética está todo aquello que defiende y lo define. Ama lo clásico y se desvive por la pureza. Busca el camino en aquello que perdura, porque es lo verdadero y lo que, al fin y al cabo, siempre ha gustado.
Mientras charla, todo a su alrededor respira calma y respeto por la tradición. Cada gesto, cada palabra, refleja un equilibrio entre el hombre que es y el torero que vive: firme, consciente, elegante. La conversación anticipa lo que vivirá al día siguiente en Madrid, donde confirmará su alternativa con la solemnidad que caracteriza a un torero que sabe lo que quiere y cómo alcanzarlo, incluso cuando los toros no colaboran.
PREGUNTA: ¿Cómo es Jarocho?
RESPUESTA: Intento ser el mismo como persona que como torero. Me considero un hombre sencillo. Procuro torear con naturalidad, ser puro y transmitir siempre lo que siento. Me dejo llevar por las emociones y, en general, disfruto la vida. Soy tranquilo, reflexivo y procuro ejecutar el toreo clásico, con la mayor pureza posible.
P. ¿Qué es lo clásico?
R. Lo clásico es aquello que no se puede mejorar, lo que no está corrompido por las modas. Es lo que se viene haciendo desde los comienzos de la historia. Lo clásico es lo eterno, lo que le gusta a todo el mundo.
P. ¿Cómo explicarías la historia de tu vida? Desde pequeño queriendo ser torero, hasta conseguir salir por la Puerta Grande de Las Ventas y confirmar la alternativa en ella.
R. Nací torero, aunque de pequeño no pensaba dedicarme a ello tan pronto. Tuve una infancia normal, como la de cualquier otro chico: me encantaba estar en la calle, jugar, pasar tiempo con mis amigos… lo típico. Poco a poco me fui dando cuenta de que el toreo era lo que de verdad me atraía. Incluso antes de coger un capote, me fascinaba la liturgia, la forma de ser y de vivir del torero. Pero no fue hasta los quince años cuando decidí hacerlo en serio. Otros empiezan antes, pero al principio muchos lo ven como un juego. Yo, en cambio, empecé con todas las consecuencias, con la verdad y la intención de tomarme la profesión en serio.
“Lo más difícil es lograr que la naturalidad fluya delante del toro. Hacer todo lo que sientes, incluso cuando las ganas te empujan a salir corriendo o la tensión te invade”.
P. ¿Qué parte de tu personalidad transmites cuando toreas?
R. Todo torero persigue la capacidad de mostrarse tal y como es delante de un toro: reflejar lo que siente, evadirse de lo externo, que nada sea forzado y que la naturalidad fluya. Mi objetivo es que mi toreo refleje esa naturalidad de la vida cotidiana. No es fácil, porque muchas veces uno intenta mostrarse de una manera distinta a la que realmente es. Creo que debemos ser iguales tanto en la plaza como fuera de ella. Ahí se ve la verdadera personalidad, la verdadera naturalidad, que no puede ser forzada; tiene que salir de dentro. Por eso es natural.
P. ¿Qué es lo más difícil para ti?
R. Lo más difícil es lograr que la naturalidad fluya delante del toro. Hacer todo lo que sientes, incluso cuando las ganas te empujan a salir corriendo o la tensión te invade, y aun así conseguir relajarte, evadirte y olvidarte de que estás poniendo tu vida en juego. Ser capaz de torear de manera que te llene y, al mismo tiempo, emocione a la gente. Eso es lo bonito, y lo más difícil.
P. ¿Hay algo que no te perdones?
R. Sobre todo, traicionarme a mí mismo. Tengo unos principios y una forma de sentir, y no me perdonaría nunca traicionar esos principios, esa manera de sentir ni los sueños que tenía de niño.

P. Tu puerta grande fue un éxito juvenil, no solo por el torero que salía a hombros, sino por la cantidad de jóvenes que te acompañaban. Causaste furor entre ellos.
R. Fue el conjunto de la tarde: mi presentación, poder disfrutar toreando, conectar con el público de Madrid… y finalmente salir por la Puerta Grande, que es un sueño. Además, ver a toda la gente joven que me acompañaba, jaleándome, fue muy bonito, sobre todo porque muchos eran compañeros de escuela y personas cercanas. Fue una experiencia preciosa y me siento muy agradecido por todo el cariño y apoyo que recibo a diario de los jóvenes.
P. ¿Sabes que eres una inspiración para muchos jóvenes que quieren seguir tu camino?
R. No sé si inspiración, pero creo que sí puedo ser un espejo para quienes empiezan, por la cercanía de edad. Con todo el respeto a los maestros, que son inspiración para todos y están por encima, sí creo que puedo ser un punto de referencia para los que quieren ser toreros y comienzan a dar sus primeros pasos en la profesión.
“Estoy tranquilo, llego a mi confirmación preparado. Todo lo que podía hacer hasta ahora, lo he hecho. Me he entregado en cada entrenamiento y eso me da tranquilidad”.
P. ¿Cómo manejas la presión de que te vean como una fuerte promesa del toreo?
R. Es algo bonito. No me gusta darle demasiada importancia, porque, al igual que hay comentarios positivos, también los hay negativos. Me gusta escucharlos, pero sin que condicionen mi actuación. Eso significa que la gente espera algo de mí, y salgo a la plaza con la ilusión de dárselo. Pero intento que la expectativa no me presione ni condicione demasiado.
P. ¿El éxito genera más preguntas que la derrota?
R. La vida es un continuo aprendizaje. Hay días en que todo sale bien y la felicidad es plena, y otros en que las cosas no van como uno quiere: no te sientes realizado o simplemente no has disfrutado toreando. Intento ver todo como un aprendizaje. Cada día es una oportunidad para acercarme a donde quiero llegar, sin que ni los días buenos ni los días malos me condicionen.
P. ¿Cómo está uno el día antes de torear en Las Ventas?
R. Estoy tranquilo, llego preparado. Todo lo que podía hacer hasta ahora, lo he hecho. Me he entregado en cada entrenamiento y eso me da tranquilidad. Son tardes muy importantes, con momentos de incertidumbre o miedo, pero intento disfrutar al máximo cada instante. Al final, da igual si hoy lo paso bien, mal o me muero miedo: mañana sucederá lo que tenga que pasar.
P. ¿Cuándo es ese pico de miedo?
R. Desde que uno se ve anunciado, surgen muchos miedos. Los mayores suelen aparecer en los días previos o momentos antes de vestirme, entre la comida y ponerme el traje. Ahí se viven ratos de mucha soledad en la habitación del hotel, en los que la cabeza da muchas vueltas. Intentas afrontar la tarde, pero los pensamientos y miedos aparecen. Sin embargo, son las ilusiones las que poco a poco dejan de lado el miedo y permiten disfrutar de la soledad de la habitación.
P. La soledad en el hotel, ¿las buscas, la evitas, es necesaria?
R. Intento buscarla. Me gusta estar solo. Vivo solo y creo que la soledad es muy importante: conectar con uno mismo, escuchar al cuerpo y tener conversaciones interiores. Los días que toreo son los que más me gusta estar solo, mentalizarme y preparar la tarde. Por eso me encierro en la habitación del hotel, solo yo y el vestido de torear. Es una soledad bonita, se pasa mucho miedo, pero es necesaria, y cuando no toreamos, la echamos de menos.

P. ¿Eres consciente de que eres un tipo de ser humano distinto a los demás?
R. Totalmente. Los toreros vivimos un cúmulo de sensaciones y emociones. Somos capaces de superar adversidades muy duras y reponernos. Creo que eso nos diferencia. Nos enfrentamos al toro, pero fuera de eso somos personas iguales al resto de la sociedad.
P. Pero siempre hay un “run-run” en tu cabeza, aunque salgas, cenes o vayas a la playa…
R. El toro ocupa las 24 horas del día. Aunque no estés toreando, entrenando o saliendo de fiesta, estás pensando en el toro. Hacemos cosas normales: salimos a cenar, a tomar algo… pero el toro siempre está. Termina una tarde y ya piensas en la siguiente: qué ha fallado, qué hay que corregir. En cierta manera, el toro te consume.
P. ¿Se le puede llamar obsesión?
R. Sí, es una obsesión. Es mi pasión, y mi estado emocional depende mucho de las sensaciones que experimento delante de la cara del toro.
P. ¿Hay lugar para la improvisación?
R. La improvisación es fundamental. No siempre se puede conseguir, por las dificultades o circunstancias externas. Pero cuando un torero se evade de todo, deja a un lado la técnica y se olvida de que está en la plaza, empiezan a fluir las cosas de manera natural. Ahí es donde nace el toreo más puro, cuando todo emana de dentro, sin técnica impuesta ni forzada.
P. Porque el arte no se puede controlar, ¿no?
R. Exacto. Me mentalizo y preparo el escenario y la mente para que, en el momento de la corrida, pueda surgir la inspiración. Esa es una de las grandes diferencias que tenemos los toreros respecto a los demás artistas: nuestra obra debemos crearla en un tiempo determinado, mientras otros pueden dejarse llevar por la inspiración cuando llega, sin esquemas ni presiones.
P. ¿Cuál es el lugar al que siempre vuelves para desconectar de todo el ruido?
R. Cuando vuelvo a la habitación del hotel, todo desaparece. Llego a mi capilla y doy gracias a Dios por lo sucedido, por protegerme y guiarme. Es un instante de soledad especial. Luego ya comienza la rutina, pero ese momento de conexión conmigo mismo es único. Tras esa soledad, poco a poco, todo vuelve a la normalidad.
P. ¿Te consideras un transgresor?
R. No me considero transgresor. Me gusta interpretar el toreo y vivir de una manera personal. Puede que en ocasiones no concuerde con amigos, pero no voy a contracorriente. Intento vivir según lo que siento, sin modas ni imposiciones.
“La figura de Morante va a trascender aún más. Compartir una tarde con él, brindarle un toro, salir a hombros juntos y recibir su mano… ¡fue maravilloso! Poder contar eso a mis nietos será algo muy especial”.
P. Siempre ha sido tan grande la gloria de los toreros… son tratados como dioses, llenan plazas… ¿eso es duro?
R. Es bonito. Que la gente vaya a verte, se emocione, recuerde detalles de la faena o simplemente te diga “gracias por emocionarme” … es maravilloso poder emocionar a tantas personas con un capote, una muleta, delante de un toro. No creo que por ello seamos dioses; somos personas normales, pero ver que lo que haces emociona hace que todos los esfuerzos merezcan la pena.

P. ¿Te ha dado un don Dios?
R. Creo que no, y si me lo ha dado, todavía no lo he descubierto. Si eso es un don, me ha dado la vida, amigos de verdad y familia
P. ¿Quién es la Trinidad del toreo eterno?
R. Por todo lo que representa, creo que Morante de la Puebla encarna toda la historia del torero. Tiene lo mejor de cada torero y nos lo muestra con su personalidad. Aunque no los he visto torear, sí por vídeos, también admiro a Manolete, Juan Belmonte, Antoñete, Bienvenida o Manolo Vázquez. Pero para mí, Morante es el torero más completo e importante. Me siento privilegiado de haberlo disfrutado y de haber toreado con él.
P. ¿Cómo ha sido compartir cartel con él?
R. Desde por la mañana me sentí un privilegiado. Estoy seguro de que la figura de Morante, con el paso del tiempo, va a trascender aún más. Compartir una tarde con él, brindarle un toro, salir a hombros juntos y recibir su mano… ¡fue maravilloso! Poder contar eso a mis nietos será algo muy especial. Es como cuando escuchamos relatos de la época de Romero o Rafael de Paula y cómo vivían ellos las tardes. Me siento realmente afortunado.
P. ¿Cómo es tu relación con el amor?
R. Nunca he tenido pareja. El traje de luces atrae mucho, pero hay que tener cuidado porque puedes perder la cabeza por ciertas mujeres y eso hace que te desconcentres. Dejo que las cosas fluyan. Me gusta disfrutar de la vida, del toreo y de la belleza de las mujeres españolas.
P. ¿Has hecho más locuras por el toro o por el amor?
R. Por el toro. Para mí, el toro es amor; todas las locuras que he hecho han sido por amor al toreo, no por una mujer. Ahora mismo, el toreo es lo que me da la vida y a él le dedico todo.
P. ¿Qué es lo que te inspira en la vida?
R. La tranquilidad: pasear por el campo, disfrutar de la naturaleza. También compartir tiempo con personas, tomar un vino con alguien y mantener buenas charlas. Es algo que me relaja y me ayuda a disfrutar de la vida.
También el amor. Una de las cosas por las que tengo ganas de enamorarme es porque dicen que enamorado se torea mejor. Siempre lo he escuchado, no lo sé, y quiero comprobar si eso es verdad.
“Los toreros tenemos nuestro punto de locura, y si a ese punto de locura le sumamos el romanticismo, nos hace únicos”.
P. ¿Qué época te hubiese gustado vivir?
R. Me hubiera gustado vivir otra época: la del torero romántico, con más pasión y tertulias en tabernas, donde los empresarios llamaban a las distintas tabernas y restaurantes para contratar a los toreros. Donde se llevaba el encuentro personal y la palabra tenía mucho valor. Todo se vivía de otra manera. Pero me ha tocado vivir esta época, así que intento disfrutarla.
P. ¿Ese romanticismo es peligroso?
R. No necesariamente. El romanticismo muchas veces llevaba a perder la cabeza, pero se vivía con pasión y sinceridad. Los toreros tenemos nuestro punto de locura, y si a ese punto de locura le sumamos el romanticismo, nos hace únicos, que es lo que nos lleva a jugarnos la vida frente al toro.

P. Te veo bastante cuerdo con esa locura.
R. Creo que tengo la cabeza asentada. No soy un “loqueras”. Dentro del orden que quiero tener en mi vida, intento dar un toque de espontaneidad y locura. No dejo que lleve las riendas de mi vida, pero le doy un poco de espacio en mi día a día.
P. ¿Cómo imaginas la evolución del toreo para estas nuevas generaciones?
R. El toreo debe avanzar, porque lo que no avanza se queda estancado. Pero sin perder lo esencial: la liturgia, la esencia, lo clásico. Algunas cosas sí se pueden modernizar, como la venta de entradas online o la promoción por redes sociales. Aunque, por ejemplo, el cartel físico debe seguir existiendo y publicitándose en los espacios, porque caminar por la calle, ver un cartel y verte anunciado es muy importante. Por la vía digital lo ve el taurino; por la calle, lo ve todo el mundo.
P. ¿Y en lo social?
R. El toreo tiene futuro. La gente se interesa no solo por la corrida, sino por la historia, las ganaderías, los encastes, el toro y la dehesa. Gracias a eso, el toreo no es moda, sino algo que se valora y se comprende.
El maestro Morante ha sido clave para captar al público joven y despertar un interés por las raíces del toreo. También el maestro Roca Rey ha atraído a mucha gente, incluso a quien no estaba familiarizado con esto. Ambos son los toreros más influyentes de esta última etapa.
P. ¿Hay un Roberto, más que Jarocho, que no conozca nadie?
R. Hay un lado que solo conoce mi gente más cercana: mi faceta un poco pícara, que se ve, por ejemplo, cuando salgo a tomar algo con amigos. Pero, como he dicho, intento mostrarme tal y como soy. No creo que nadie se sorprenda al verme en una discoteca con mi copa en la mano. Hay tiempo para todo: salir, cenar, entrenar, torear, disfrutar de la vida… lo importante es saber cuándo hacer cada cosa.
Me permitirán mi fascinación por lo clásico. Nunca me ha parecido tan difícil dotar de relevancia y novedad aquello que siempre ha sido atemporal. En el toreo, la estética de lo clásico es algo sublime, un privilegio que solo unos pocos elegidos pueden vestir. Me imagino a Goya, Lorca o Picasso compartiendo esa misma visión en épocas distintas, perfeccionada, emocionándose por la misma razón (la pureza) ante la maestría de Pedro Romero, Sánchez Mejías o Manolete.
Jarocho llegó con nuevo traje a Las Ventas y con tanta fuerza como entrega. Confirmó la alternativa el pasado 4 de octubre, con Alejandro Talavante como padrino y Pablo Aguado de testigo. Los toros, fueron otro asunto. Una tarde deslucida por un ganado inválido con el que poco -o nada- pudieron hacer los espadas. Sonaron cohetes en el coso venteño la tarde del sábado, uno tras otro, estallaban en la arena. Si algo queda claro, es que Roberto ama lo clásico, persigue la pureza y lo demuestra en cuanto puede, tiene por delante mucho camino.





