Carlos Matallana es de esos perfiles que encarnan el presente de la aviación privada con la mirada puesta en el futuro. Al frente de Lunajets en España y Latinoamérica, su trayectoria es la de un profesional que entiende el cielo no como un espacio inalcanzable, sino como una vía de conexión entre personas, proyectos y oportunidades. Formado en la gestión empresarial y curtido en el mundo del lujo y la movilidad, ha sabido leer las nuevas demandas de un cliente que ya no busca únicamente volar, sino vivir la experiencia completa: flexibilidad, eficiencia, discreción y un servicio que roza lo artesanal.

En un sector donde la innovación tecnológica convive con la tradición del trato humano, Matallana se mueve con la naturalidad de quien sabe que el verdadero lujo es el tiempo. Su trabajo en Lunajets le ha permitido no solo abrir mercado en territorios estratégicos, sino también redefinir cómo se entiende la aviación ejecutiva: más transparente, más cercana y más adaptada a las necesidades de un mundo en constante movimiento. En ESSENCEmag conversamos con él para descubrir no solo la historia de un gestor brillante, sino también la visión de alguien que piensa en los aviones como pasarelas hacia un estilo de vida.

¿Qué significa para ti volar?

¡Nunca me lo había preguntado! Pero diría que tres cosas: conocer, paz y escapar. Volando acabas siempre en un lugar que no es el tuyo. Por otro lado, creo que en el fondo todos necesitamos escapar de la vida de memoria, y volar lo que te regala es sacarte de ahí. Y digo paz porque, ¿te has parado a pensar en la tranquilidad que alcanzamos durante el vuelo? No nos es fácil conseguirla sobre la faz de la Tierra. No funcionan los teléfonos y con suerte no hay wi-fi; de repente no estamos conectados a nada más que a nuestros pensamientos, la música o la lectura. ¡Qué ganas me están entrando de volar!

¿Quién te enseñó a mirar al cielo?

La mera curiosidad por el qué habrá más allá, y la familia. Me crié en la isla de Lanzarote: pequeña, lejana y por entonces desconectada del mundo. Volar era algo poco frecuente y prohibitivo en términos de precio. Por tanto, un avión era mucho más que un ingenio apasionante, era una puerta hacia conocer qué habría más allá de las playas de la isla. Además, mi padre y mi tío Luis, sin ser locos de la aviación, sí que albergaban suficiente interés como para poder responder a mis preguntas, y me metieron el gusanillo en el cuerpo. Hoy en día son mis hijos quienes me avisan de cada avión que nos sobrevuela.

¿El primer recuerdo que tienes de un avión?

Lo recuerdo perfectamente, los inimitables McDonnell Douglas (MD) que operaba Aviaco en los 90s. Largos, de ala muy baja y con la librea azul y blanca. Acceder a ellos por la escalera retráctil trasera era pura magia. Ahora ya no es posible, está casi prohibido hacerlo. Volaban de Lanzarote a Madrid, donde vería a toda la familia.

¿Cuál es la verdadera diferencia entre volar privado y volar comercial?

Son muchas, pero podrían resumirse en que la aviación privada devuelve el tiempo a su propietario, que es el pasajero. Éste decide cuándo vuela, cuándo llega al aeropuerto y qué itinerario sigue. La diferencia puede estar en poder cumplir con la agenda que necesitas o no, que no es baladí. Erróneamente se asocia el uso de este tipo de transporte con la necesidad de destacar y con sus lujos a bordo. Lo cierto es que nunca he comido a bordo mejor que un buen restaurante, y el abanico de lujos en tierra es bastante más interesante. Además, la inmensa mayoría de los pasajeros busca privacidad y discreción. ¡Qué equivocados estamos!

¿Es España un buen país para crecer en aviación privada?

Sin lugar a duda, lo es. El tamaño del país es perfecto para iniciarse en este tipo de aviación a precios reducidos. Si lo piensas, tenemos una idiosincrasia social ideal ya que prácticamente todos los viajes de placer o negocios suceden no más allá de a dos horas de vuelo desde nuestras capitales de provincias. Finalmente, en España se observa algo atípico en comparación con el resto de los países en Europa y es que nuestras ciudades secundarias son tremendamente fuertes en industria, turismo, entretenimiento y negocios en general, y no todas tienen aeropuertos comerciales debidamente conectados con los destinos que se demandan.

¿Hay prejuicios todavía alrededor del jet privado?

Muchísimos. Es muy cultural. Mi sensación es que en España existe, por lo general, mucha preocupación con el “¿qué pensarán?,” se trate de aviación en jet privado o de cualquier otro ámbito. Aún no somos conscientes del valor del tiempo o de la importancia del balance personal-profesional y la eficiencia en los días que vivimos. En este sentido me gusta más el modus vivendi de Norteamérica, más sociales, pero menos socializados, más indiferentes sobre lo que piensen los demás.

¿Cuál ha sido tu vuelo más especial?

A nivel personal, aquel Airbus A321 de British Airways que volé de Madrid a Londres en 2007 para pasar una temporada que acabaría convirtiéndose en los seis años más especiales de mi vida. Como aficionado, un Montego Bay-Bruselas que volé en la cabina de un Boeing 747 “Jumbo”. En el ámbito profesional, cualquier rescate médico que gestionamos en LunaJets; son vuelos únicos que te hacen sentir que aportas.

¿Qué tiene Madrid que la hace clave en la expansión de LunaJets?

Madrid es donde todo ocurre. Es la locomotora económica ahora mismo. Es la más internacional de nuestras ciudades. Madrid no despierta dudas y es donde muchos quieren estar. Nunca tuvimos dudas, nuestra novena ciudad en el mundo tras Ginebra, Zurich, Londres, Dubai, Mónaco, París, Riga y Gstaad tenía que ser Madrid.

¿Cómo se convence a alguien de que un jet privado puede estar a su alcance?

Con precios reales. Es muy simple, de veras. Sólo necesitamos conocer qué trayectos suele volar, qué problemas quiere evitarse y qué valora. Nosotros tenemos el radar encendido para comunicarle cualquier oportunidad que surja en el mercado. Y no molestamos si no hay algo realmente interesante que mostrar. La contratación consiste simplemente en una firma en la pantalla del teléfono móvil.

Tras volar por primera vez, un cliente raramente destaca aquello en lo que todos solemos pensar. Te habla de la sensación de paz, de cero prisas, de tranquilidad, de la ausencia de esperas… 

¿El tiempo es hoy el mayor lujo?

Me ha venido a la cabeza lo que decía Seth Godin, de Stanford. No recuerdo exactamente cómo, pero él definía el lujo en términos de abundancia. El tiempo es un lujo precisamente por su escasez. Es sin duda nuestro bien más escaso junto con la paz mental. Si sólo tienes lo primero (tiempo), tienes un lujo, pero si además tienes lo segundo (paz mental) tienes un ultra-lujo, que es el “tiempo de calidad”.

Curiosamente consigues una buena dosis de ambos en este tipo de aviación, quizá por eso dicen que es lujosa.

¿Qué aeropuerto del mundo sientes como tu casa?

 Sin lugar a duda, en el Aeropuerto César Manrique-Lanzarote. Y además no sólo por ser el de mi casa: mi primer empleo fue precisamente una beca en AENA para encargarme del trabajo de campo de inventariar todo el aeropuerto. Cada señal, cada lámpara, cada banco, cada papelera, cada cocina, cada baliza de la pista, cada estancia (fuera esta de acceso público o privado) de las terminales, depuradoras, central eléctrica o Bloque Técnico. Lo conozco tanto como mi casa.

¿Un consejo para no perder nunca altura, en la vida y en el trabajo?

La constancia, la organización, saber priorizar y tener muy claro adónde quieres llegar y por qué camino. Hay que saber distinguir el foco del ruido. Cualquier persona tiene mejores ideas de las que cree tener. Lo que pasa es que vivimos ansiosos por las respuestas rápidas, y entre eso y el ruido, tendemos a tomar malas decisiones. ¡Ah! Olvidaba algo importante: hay que gastar tiempo en identificar a los ladrones de tiempo y actuar en consecuencia.

¿A qué altura quieres llegar todavía?

En el plano personal quiero llegar a que casi todo me importe muy poco. En el profesional, a cambiar la percepción que tradicionalmente se ha tenido de la aviación privada.

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