Hay nombres que parecen escritos para lo que uno hace. María Lozano, con su aire sereno y mirada curiosa, ha construido en The Dream Lab un territorio donde los interiores dejan de ser espacios y se convierten en relatos. No decora, cuenta historias con paredes, luces y texturas. En sus proyectos hay algo de laboratorio y mucho de sueño: labor de alquimista que combina materiales nobles con ideas frescas, y ese instinto madrileño que mezcla lo castizo con lo cosmopolita. María entra en una casa como quien descifra un poema, y sale dejando tras de sí una atmósfera que no existía antes, una forma de habitar más ligera, más bella, más nuestra.

¿Cuándo descubriste que mover un objeto, una silla, un rayo de luz podía cambiar el mundo?
Desde niña me ha fascinado la composición espacial. Recuerdo sentir cómo mis sensaciones cambiaban según el lugar en el que me encontraba, cómo una simple variación en la disposición de los muebles o en la entrada de la luz alteraba mi estado de ánimo. Fue en esos pequeños gestos donde descubrí que el entorno tiene la capacidad de mutar, y con él también la forma en que sentimos y nos relacionamos con el mundo. Muy pronto entendí que los espacios poseen una voz propia, que se expresa a través de la manera en que los habitamos.

¿El interiorismo es oficio, es arte… o es una forma de confesión íntima?
No podría elegir solo una, para mí el interiorismo es una mezcla de las tres. Es oficio porque exige conocimiento, rigor y una base sólida de técnica y método. Es arte porque apela a lo intangible, a la emoción, a lo que no se puede explicar solo con medidas. Y sí, también es confesión íntima, ya que cada proyecto refleja la vida de quienes lo habitan y, al mismo tiempo, mi manera de entender el mundo. Es un diálogo permanente entre lo ajeno y lo propio.

En TheDreamLab habláis de “sueños habitables”. ¿De qué materia están hechos los sueños cuando se convierten en paredes y ventanas?
Están hechos de imaginación, pero también de realidad. Un sueño habitable no se queda en la fantasía, sino que se construye con materiales, con color, con luz, con texturas… Para mí, los sueños que se convierten en espacio son aquellos que logran que alguien entre en un espacio y sienta que allí puede ser más él mismo, que ese entorno le acompaña y le inspira. La materia prima, en el fondo, es siempre la emoción humana.

¿La inspiración te visita en los grandes viajes… o en lo pequeño de un café, una esquina, una palabra?
La inspiración está presente en todos los lugares. Viajar abre horizontes, te da perspectiva y te conecta con lo desconocido. Pero al final, la inspiración suele aparecer en lo pequeño y cotidiano, en la manera en que la luz cae sobre una mesa de café, en el silencio de una esquina, en una frase escuchada al pasar. Esos momentos ordinarios son los que, de repente, iluminan un camino creativo. Y personalmente, muchas veces también encuentro la inspiración en el aula: enseñar me obliga a replantear lo que sé, a mirarlo desde otras perspectivas, y en ese intercambio con los estudiantes surgen ideas y conexiones que enriquecen mi práctica profesional.

¿Cuál ha sido ese proyecto que te puso contra el espejo y te obligó a inventarte de nuevo?

Mi mayor proyecto, sin duda, fue lanzarme a crear mi propio estudio de diseño. Después de casi ocho años en Nueva York, donde estudié un máster en la Universidad de Columbia y trabajé en varios estudios de referencia, sentí que había llegado el momento de volver a Madrid, mi ciudad natal. Ese regreso fue un ejercicio profundo de revisión personal. Tuve que preguntarme quién era yo como diseñadora y cómo quería presentarme al mundo. Montar TheDreamLab fue un salto al vacío, una especie de espejo en el que tuve que mirarme con honestidad. Y lo cierto es que esa pregunta no ha desaparecido, cinco años después, sigo haciéndomela con cada proyecto. Esa búsqueda constante de reinvención es mi motor, lo que mantiene vivo al estudio y a mí como creadora.

Todo parece pasajero en la moda y en el diseño. ¿Cómo se construye un espacio que resista al tiempo?
Creo que la clave está en diseñar con alma, no solo con tendencia. Los espacios que resisten son aquellos que hablan de la vida de las personas que los habitan, no de lo que dicta el escaparate del momento. La atemporalidad nace de lo esencial, de la luz, la proporción, la armonía entre materiales y emociones. Lo demás es accesorio, y eso sí pasa.

¿Qué es la belleza para ti… una verdad desnuda o una mentira bien contada?

La belleza para mí es una verdad desnuda, es ese instante en el que algo te conmueve sin necesidad de explicación. Puede ser imperfecta, incluso incómoda, pero si te toca de verdad, entonces es belleza. La mentira bien contada puede seducir por un rato… pero no trasciende. La belleza no se explica, se siente, y cuando es verdadera, permanece.

Cuando cierras los ojos y piensas en el futuro de TheDreamLab, ¿qué imágenes te llegan primero?

Veo un estudio que lleva al extremo ese espíritu interdisciplinar que hoy ya nos define, con proyectos que desdibujan las fronteras entre el interiorismo, el branding, el diseño de producto y las artes. Veo que seguimos creciendo con una mirada internacional, tan esencial para nosotros desde el inicio, pero a través de proyectos aún más trascendentales, capaces de dejar una huella real grande. También imagino que los proyectos artísticos que desarrollo en paralelo se entrelazan cada vez más con la práctica del estudio, abriendo nuevas formas de diálogo entre espacio, arte y vida cotidiana. Y, sobre todo, veo una comunidad de personas alrededor de TheDreamLab que creen, como yo, que el diseño puede transformar la manera en que vivimos y sentimos el mundo.

¿Qué peso tienen las emociones en tu manera de mirar un espacio, de decidir un color, de escoger un silencio?
Para mí lo son todo. Las emociones son la brújula: me dicen cuándo un espacio respira, cuándo un color vibra en armonía o cuándo un silencio se vuelve parte esencial del diseño. No concibo un proyecto sin esa dimensión invisible que lo sostiene y lo hace humano. El color, en particular, es una de mis herramientas más potentes, tiene la capacidad de activar recuerdos, despertar sensaciones y modular estados de ánimo. Me interesa mucho su vínculo con la psicología, cómo una misma tonalidad puede transmitir calma o energía dependiendo de su contexto, de la luz, de los materiales que la acompañan. Trabajo el color no solo como cuestión estética, sino como lenguaje emocional y sensorial. En ese cruce entre teoría y experiencia, encuentro un terreno fértil para diseñar espacios que además de ser visualmente potentes, se sienten profundamente.

Si tuvieras que encerrar tu estilo en tres palabras, ¿qué palabras serían esas llaves?

Diría Function, Form, Fun. Las 3F son el lema del estudio y también la síntesis de mi manera de entender el diseño. La funcionalidad es siempre la base, un espacio debe servir, acompañar y responder a las necesidades reales de quienes lo habitan. La forma es la búsqueda constante de belleza, de proporción, de armonía; es el lenguaje visual que convierte un proyecto en algo memorable. Y la diversión es la chispa que lo atraviesa todo, el juego, la sorpresa, la emoción que mantiene vivo el proceso creativo y que hace que el resultado no sea solo correcto, sino inspirador. Para mí, esas tres claves son inseparables; juntas abren la puerta a un estilo que no se conforma con lo funcional ni con lo estético, sino que busca dejar huella en la experiencia de cada persona que entra en contacto con él.

La sostenibilidad está en boca de todos. ¿En tu trabajo es bandera o es raíz?
En mi trabajo es raíz. No es un adorno ni un discurso, sino la manera de pensar, elegir y construir desde la base. Sostenibilidad significa responsabilidad, cuidar lo que hacemos y cómo lo hacemos, porque los espacios deber ser tanto para el presente, como para quienes vendrán después.

¿Cómo empieza tu proceso creativo? ¿Con un plano frío o con una conversación cálida?
Siempre con una conversación cálida. Antes que un plano, necesito escuchar, mirar a los ojos, entender la historia y la energía de quienes estarán en ese espacio. El plano llega después, como traducción técnica de esa conversación. Pero el germen, la chispa creativa, siempre nace del encuentro humano.

De todos los rincones de tu vida, ¿cuál dirías que es tu refugio, tu espacio más verdadero?

Sin duda, mi casa. Fue el primer proyecto que desarrollé dentro de TheDreamLab y, al mismo tiempo, el más íntimo y personal. Tuve la oportunidad de dedicarle tiempo y cariño, de convertirlo en un espacio propio donde experimentar y dejarme llevar. Es, de alguna manera, un reflejo de mi especial relación con el color, integrado en un lugar único, un icono de la arquitectura madrileña como es Torres Blancas. Es donde mi historia, mi trabajo y mis pasiones dialogan, el espacio donde soy más yo.

A quien sueña con ser interiorista, ¿qué le dirías: que estudie, que viva… o que se pierda?
Que haga las tres cosas. Que estudie, porque la técnica y el oficio son esenciales. Que viva, porque la experiencia da verdad a cada proyecto. Y que se pierda, porque perderse es la única forma de encontrarse con lo inesperado, con lo que no se aprende en ningún libro. Pero, sobre todo, que trabaje duro y luche por su sueño, porque la recompensa siempre merece la pena. 

¿Cuál es ese proyecto imposible, casi utópico, que todavía guardas en la mesilla de noche?

Como arquitecta y diseñadora, siempre me ha fascinado el cambio de escala. De manera natural tiendo a gravitar hacia lo pequeño, hacia el detalle y la proximidad del objeto o del espacio íntimo. De hecho, ese sueño de la escala contenida ya lo cumplí con el lanzamiento el año pasado de mi primera colección de mobiliario, ChromaCasa, creada para la marca india The House of Things. Pero al mismo tiempo, sigo soñando con el extremo opuesto: dar el salto a la escala urbana. Imagino un proyecto que integre todas mis pasiones, la educación, el hospitality, el arte, el diseño y la artesanía. Un lugar vivo, abierto, que funcione como laboratorio y refugio, donde la ciudad se encuentre con la creatividad y la belleza se vuelva parte de lo cotidiano. Quizás algún día.

Tendencias