Por Marc Doménech
Para ser artista de verdad uno debe tener, además de talento, la osadía de elegir el soporte dónde va a crear. Manuel Barragán, joven sevillano de Triana y ahora viral, eligió la servilleta. Ese trozo de papel desechable que acompaña nuestras charlas en los bares de siempre, y ha creado de lo breve un testimonio duradero.
Su proyecto, bautizado con el ingenioso nombre “De servilletas maneras”, no solo muestra dibujos. Barragán disfruta de la vida con sus lienzos, de lo que ella nos da, del sitio donde uno nace, y crece, y vive… de los amigos, de esos bares irrepetibles, de siempre, que se resisten al plagio. Esos lugares extraños hasta para el turista, porque no fueron creados para él, si no para que él se sumerja en la ciudad. Manuel, con su trabajo, representa esa pureza que escasea en los humanos, esa que nos recuerda que estamos hechos para vivir, para celebrar lo cotidiano.
El amor a Sevilla, su ciudad, impregna su vida y su obra. “Sevilla es mucha Sevilla” dicen, y los sevillanos también son muy sevillanos. No me parece mal, cualquier ciudad del mundo (y sus habitantes) tiene todo el derecho del mundo, valga la redundancia, a preservar su esencia. De hecho, aquellas que ya han sucumbido al globalismo, lo han perdido todo.
Cómo podría decir tanto una simple servilleta. Un joven ha conseguido captar toda una esencia en un papel creado para limpiar los restos de vino y comida, muchas veces exquisita eso sí, de los bares.

PREGUNTA: ¿Cómo nace la idea de tus dibujos en servilletas? ¿Un bar, una servilleta y un bolígrafo, así de sencillo?
RESPUESTA: Y una buena compañía. Lo de las servilletas es algo que llevo haciendo toda la vida. De pequeño, cuando mis padres me veían aburrido en un bar, en lugar de darme el móvil me daban un bolígrafo y una servilleta para entretenerme dibujando. Ya de mayor, aprovecho los ratitos de cervezas con mis amigos para sorprenderlos con un dibujo y que se lleven un recuerdo de ese momento juntos.
P. Cuando dibujas en una servilleta, ¿dibujas como ves, como recuerdas o como sueñas?
R. Depende de cómo me pille el momento. Me gusta dibujar lo que veo porque al final cada persona tiene una forma distinta de mirar las cosas y a mí me gusta ver más allá. Siempre hay algo que te puede sorprender. Cada dibujo guarda una anécdota, un lugar, una persona, una conversación o unas risas. Aunque también suelo soñar bastante: siempre estoy maquinando cosas nuevas que quiero hacer.
“Para mí Sevilla siempre será única e irrepetible, no solo por sus monumentos, si no por su gente y por la forma de vivir tan bonita que tenemos los sevillanos”.
P. Cuando piensas en Sevilla, ¿qué imagen te viene primero: Triana, la Giralda, el Guadalquivir… o algo más intangible?
R. Si tengo que quedarme con una imagen sería la Plaza de San Lorenzo. Es un rincón mágico que perdura dentro de la ciudad y que conserva la esencia de esa Sevilla que poco a poco se ha ido perdiendo. Esa plaza tiene una luz especial durante todo el año, aunque para mí la más bonita es la que tiene la tarde del Sábado Santo.
P. ¿Existe una Sevilla secreta solo para ti?
R. Claro. Creo que todos los sevillanos tenemos una Sevilla íntima. Guardamos una ruta secreta de lugares, sabores y olores que nos transportan a momentos especiales. A veces parte de eso se refleja en mis servilletas, porque también guardan mis vivencias. Aun así, me gusta conservar esa Sevilla secreta para mí y disfrutarla cada vez que paseo por sus calles.
P. ¿Sevilla es comparable a cualquier otra ciudad, o es única y difícil de encajar en palabras o dibujos?
R. Creo que cada ciudad guarda algo especial. Para mí Sevilla siempre será única e irrepetible, no solo por sus monumentos, si no por su gente y por la forma de vivir tan bonita que tenemos los sevillanos. Pero también pienso que las comparaciones son odiosas: hay otras ciudades increíbles en el mundo que esconden paisajes maravillosos y otras maneras de vivir.

P. ¿Qué cuentan tus dibujos que no puede contarse con palabras?
R. Creo que la gente se identifica con mis dibujos porque ve más allá de la imagen. Se identifican con el momento: la charla en un bar, el ambiente de las terrazas… La espontaneidad de lo cotidiano. Al final, son cosas tan sencillas como quedar con un amigo, tomar una cerveza y ponernos al día.
P. Cuando eliges un motivo —la Giralda, la Virgen, Camarón—, ¿qué te guía: la técnica, la emoción o la historia?
R. Suele ser el momento. A veces dibujo lo que veo desde la terraza de un bar; otras, lo que me pide la persona con la que estoy. También me inspiran las fiestas o celebraciones, y la mayoría de las veces simplemente pinto lo que me apetece sin pensarlo demasiado.
P. Tus obras tienen público diverso: hermandades, curiosos, seguidores en redes… ¿para quién dibujas en realidad?
R. Dibujo para mí. Es mi forma de vivir, de expresarme, de desconectar y de conectar con los demás. No sabes a quién va a llegar tu obra. Es mi manera de querer, de regalar un trocito de mí a las personas que aprecio. También es mi refugio cuando la vida pesa más de lo normal. Dibujando soy yo al cien por cien.
P. De repente, sales en todos los medios… ¿cómo se lleva eso?
R. Sinceramente, me ha costado adaptarme. Ha sido una locura la forma en que se ha difundido mi trabajo. Las servilletas eran un simple pasatiempo al que no prestaba atención y nunca imaginé la repercusión que tendrían. Que la gente me reconozca por la calle, verme en televisión, en los periódicos o escucharme en la radio es algo que todavía me cuesta asimilar. Pero me quedo con todo lo bonito: los mensajes que recibo y las personas que siguen mi trabajo desde diferentes partes, no solo de Andalucía, también de España y de otros países.
P. ¿Crees que tus servilletas reflejan la Sevilla que viven los sevillanos o tu visión más íntima?
R. Ambas. Mi visión íntima de la ciudad es muy parecida a la de los demás sevillanos: la Sevilla que vivo a diario. No la marca comercial que se le vende al turismo. Mis servilletas reflejan la Sevilla de barra de taberna donde se arreglan los problemas de la ciudad entre “tanques” de cerveza y chicharrones. Donde se habla de cofradías y se cuentan las anécdotas que hemos vivido en la ciudad. Esa Sevilla que sigue siendo Sevilla.
“No me fiaría mucho de un bar sin servilletas…”.
P. ¿Cómo decides qué parte merece vivir en una servilleta y cuál no?
R. Me dejo llevar por la espontaneidad. No es algo premeditado. ni que yo busque. Lo bonito es que nunca sabes qué puede quedar plasmado en una servilleta.

P. Algunos bares de Sevilla inspiran más que otros, ¿no?
R. Por supuesto. Soy bastante clásico en ese sentido. Me gustan los bares de siempre, los de la cerveza fría y tapas infalibles. Los bares de barrio que no han perdido su esencia ni se han vendido al turismo. Los de barra de caoba, con cuadros de cofradías en las paredes, y en los que el camarero ya sepa lo que vas a pedir nada más entrar.
P. ¿Cuáles son tus recomendaciones?
R. Están los clásicos: Tremendo, Vizcaíno, Casa Eme, la Viña, Coronado. Por Triana: Chiguato, Golondrinas, Paco España, La Grande, El Vargas, Ruperto o Cibeles II. También me gusta el Bar San Lorenzo, la Bodeguita, Clemente o Casa Ricardo.
P. ¿Y si un bar no tiene servilletas…?
R. Pues a disfrutar de la compañía. Aunque no me fiaría mucho de un bar sin servilletas…
P. No todo es perfecto: bares sin saber, turismo, calles llenas… ¿te preocupa algo del futuro de la ciudad mientras dibujas?
R. Como toda ciudad monumental, Sevilla es un atractivo turístico mundial. Eso es positivo porque genera ingresos y da de comer a muchas familias. Pero también tiene su cara negativa: cada vez está más enfocada al turismo que al sevillano. Los solares y edificios vacíos se destinan a hoteles o apartamentos turísticos, proliferan las franquicias, precios desorbitados en bares que miran más por el visitante, despedidas de soltero… Todo esto afecta a la vida de la ciudad y a sus tradiciones, y obliga al sevillano a marcharse del centro o incluso de la capital.
P. ¿Allá donde vas, buscas siempre crear o esperas a que el momento te sorprenda
R. Me gusta sorprenderme, aunque rara es la vez que no tengo ganas de crear. Mi cabeza suele estar siempre pensando en proyectos futuros. Como decía Picasso “que la inspiración te pille trabajando”.
“Sevilla se presta al arte. Por eso de aquí son y han sido grandes artistas de la historia. No sabría definir qué tiene, pero es especial y se nota”.

P. Una ciudad puede llegar a enseñar mucho… ¿qué has aprendido de Sevilla a través de tus servilletas y bolígrafos?
R. Que sigue siendo tan auténtica y sorprendente. Siempre es capaz de enseñarte un detalle nuevo, aunque pases todos los días por la misma calle. Puede convertir un día normal en un recuerdo inolvidable solo con conocer a alguien en un bar cualquiera que te descubra algo de Sevilla que no conocías.
P. ¿Qué parte de tu infancia o tu vida se cuela siempre en tus dibujos?
R. Siempre aparece el Manuel que no dejaba de crear, que aprovechaba cualquier hueco para dibujar cualquier cosa en cualquier sitio. Es raro no verme con un bolígrafo en la mano. Mis antiguos cuadernos de clase están llenos de dibujos, aún conservo carpetas del colegio repletas de ellos. Todo eso se refleja ahora en mis obras.
P. ¿Hay algo en los artistas sevillanos que no tengan otros artistas del mundo?
R. Sevilla se presta al arte. Por eso de aquí son y han sido grandes artistas de la historia. No sabría definir qué tiene, pero es especial y se nota. Creo que influye la personalidad del sevillano y su manera de ver la vida. La luz de Sevilla es distinta y hace que el color de la ciudad se refleje en las obras. Aunque suene a tópico, lo de la canción “Sevilla tiene un color especial” no es solo una letra: es una realidad.
P. Si pudieras regalarle a Sevilla un dibujo imposible, ¿cómo sería y qué contaría?
R. Reflejaría la esencia de la ciudad a lo largo de los siglos. La Sevilla de Velázquez, de Murillo, del Pali, de Silvio, de la Macarena de Juana Reina, de la Triana de Marifé y los balcones con geranios, la de Machado y los hermanos Álvarez Quintero, o la Sevilla misteriosa de Bécquer. Sería como plasmar unas sevillanas de Pareja Obregón con Matilde Coral bailando junto al piano.
P. ¿Cuál es tu sueño artístico por cumplir y hasta dónde te atreverías a llegar con tus servilletas?
R. Sueños tengo muchos, pero prefiero quedarme con los que lleguen si esperarlos. Todo esto de las servilletas ya es un sueño que hace tres meses nunca imaginé. Llegarán hasta donde ellas quieran, y ojalá sea muy lejos. Que me sigan dando alegrías como hasta ahora. Ya han llegado más lejos de lo que yo pensaba. Me conformo con el cariño que estoy recibiendo, con ver que la gente se sorprende, las disfruta y las valora. Y, sobre todo, con la buena compañía que suelo tener mientras las dibujo.

Poco más se podría añadir, Manuel y su Sevilla ya son temas que inspiran demasiado. En cada una de sus obras se esconde una charla, una risa, un bar que resiste, una Sevilla íntima que se niega a diluirse. Dibujar, para él, es una forma de querer y de regalar momentos; para quienes lo observamos, es reencontrarnos con lo auténtico.
Su arte nos recuerda que un vaso de cerveza, una conversación a media tarde o una esquina de barrio pueden tener una fuerza evocadora formidable. Manuel Barragán convierte lo efímero en testimonio, lo cercano en símbolo y lo sencillo en belleza.
No intenten copiar a Barragán, busquen y protejan la pureza, la idiosincrasia que nos narra y hace las cosas incomparables. “Gracias por su visita”.





