Hay artistas que nacen en un escenario, bajo los focos y los decibelios; y hay otros que nacen en silencio, a contraluz, entre vinilos ajados y guitarras que aún no saben lo que quieren ser. Nacho Sarria pertenece a esa segunda estirpe. En él, la música no es una profesión, sino un destino. Malagueño de raíz, viajero de oficio, se mueve entre la tradición del rock clásico y la tentación de inventar un futuro sonoro propio. Escucharle es como abrir una ventana a los setenta con la certeza de que el aire entra desde el mañana.

Sarria lleva en la voz la arena de la Costa del Sol y en las manos el eco de tantas noches gastadas en bares, escenarios y carreteras. No es un artista domesticado: sigue creyendo en el poder casi místico de una canción, en el latigazo de una guitarra que puede cambiarte el ánimo, en la verdad que se cuela cuando un público escucha de verdad. Tras un primer álbum que era casi una carta de presentación, un diario íntimo con acordes, su segundo trabajo, El mundo es cruel (pero creo en él), le ha consagrado como uno de los nombres que mejor saben reconciliar la herida y la esperanza en un verso eléctrico.

Hablar con él es asistir a un duelo entre nostalgia y porvenir: el recuerdo de The Doors, de Pink Floyd, de tantas bandas que pusieron la semilla, y la convicción de que todavía quedan canciones por escribir que puedan incendiar una habitación. Con Sarria no se habla solo de música: se habla de la vida, de lo que duele y lo que salva, de esa delgada frontera donde el arte se convierte en refugio. En estas páginas, Nacho abre sus ventanas y deja entrar el ruido, la calma y la verdad.

Nacho, cuando uno te escucha, ¿tiene la sensación de viajar hacia atrás o hacia delante en el tiempo? 

Intento luchar contra la idea de lo revival. Tal y como lo veo, la música orgánica no pertenece a ningún tiempo. Es simplemente una manera de cocinar, una forma de entender las texturas. 

Igual este ejemplo parece tonto, pero, la tortilla de patatas sabía igual a finales de los 60’s que ahora, ¿no? Al rock le pasa lo mismo, yo no me imagino a nadie pidiendo un pincho de tortilla estilo años sesenta. Hay cosas por las que no pasa el tiempo, y así me tomo la música que hago, como algo tradicional pero igualmente vigente.

¿El rock and roll aún es un caballo salvaje o ya lo hemos domesticado con tanta playlist? 

Las dos cosas. Creo que, en parte, cualquier género musical asentado cae inevitablemente en la estandarización. Aun así, sigue habiendo propuestas rompedoras, salvajes y originales que ponen al rock en vanguardia. Quienes quieran matar al género o domesticarlo, tienen trabajo para rato.

¿Dónde se aprende más: en los escenarios pequeños o en las grandes giras con nombres gigantes? 

En mi opinión los dos contextos tienen mucho que enseñarte como músico. En un escenario grande la banda tiene que llenar más metros de escenario, entretener un público mayor (que muchas veces no ha venido a verte expresamente a ti), sueles tener menos tiempo para probar sonido (si lo tienes) y de actuación, y hay una distancia más grande entre tú y la gente que te está viendo. 

En sala todo se hace con más calma, la gente viene a conciencia a verte y está a un metro de ti. Eso exige un compromiso y una conexión con ellos mucho más directa y personal que en festival. 

Ambos contextos son complementarios, es como conducir por el centro o por la autovía, cada forma tiene sus velocidades y sus dificultades.

Tu voz, ¿sale más de la garganta, del pecho o de la memoria? 

Casi siempre de la memoria, porque me he dado cuenta de que suelo contar las cosas en forma canción cuando ya ha pasado un tiempo de vivirlas. Canto porque hay cosas que me duelen y también porque hay cosas que no me atrevo a concretar de otra forma. 

Has tocado en estudios míticos y has grabado con gente de leyenda… ¿cuál fue tu instante de “no me lo creo”? 

Me quedo con dos. 

El primero y más reciente sería la gira que estoy haciendo ahora, abriendo parte de los shows de Leiva en España. Él fue mi primer referente a la hora de empezar a cantar y a escribir mis propias letras cuando era adolescente, y tuvo un impacto muy fuerte en mí. Se me hace surrealista haberme subido dos veces con él a cantar Lady Madrid.

En 2018 tuve la suerte de grabar un álbum junto a Los Labios en el estudio de Lenny Kravitz, con Craig Ross como productor. Nunca voy a olvidar el olor de ese estudio, era un museo de instrumentos y cacharros históricos.

¿El público español escucha o mira? 

Creo que el público que viene a verme es bastante melómano, es gente que está en el concierto de corazón, porque le llega lo que suena. Aun así, cuidamos mucho la parte visual de la banda, me parece súper importante que quien venga a mirar vea algo especial y en consonancia con lo que escucha.

Tú hablas de rock retrofuturista… ¿el futuro huele a vinilo? 

Parece que sí. Un disco ya no es solamente un disco, ahora también es un adorno, un fetiche, una pieza de colección. Hay mucha gente que compra vinilos sin tener dónde reproducirlo  y a mí no me parece mal. A lo digital le falta alma. Si de verdad te gusta algo, lo quieres en físico, aunque sea para decorar tu salón. 

Me parece que la vuelta del vinilo es un símbolo del tiempo que vivimos, de nuestra nostalgia por las cosas tangibles. 

Si Málaga es tu raíz, ¿qué parte de ella se cuela en cada canción? 

Málaga es mi hogar y me da bienestar el simple hecho de vivirla a diario. Me hace sentirme en mi sitio. Yo creo que, para escribir, hay que ser primero feliz, y a mí mi tierra me da eso. Por supuesto, el sentimiento contrario también es un gran impulso para coger la guitarra, pero últimamente intento enfocar mi música hacia lo bueno.

¿Cuál es la herida más bonita que te ha dado la música? 

Creo que mis canciones son heridas de alguna forma, y yo cicatrizo haciéndolas.

Los discos, ¿se escriben para uno mismo o para los demás? 

En mi caso, los discos son como páginas de un diario. Los hago por y para mí, porque necesito hacerlos. Entiendo que habrá mil motivos para hacer un álbum. Tal y como yo lo enfoco, creo son el vehículo perfecto para expresar lo que soy y lo que siento en un periodo concreto de mi vida.

¿Qué queda de aquel guitarrista en Los Labios dentro del Nacho Sarria de ahora? 

Mucho. Los Labios fueron mi universidad de la música, no estaría aquí sin el aprendizaje que tuve con ellos. Han pasado diez años, han cambiado mis ambiciones y mi forma de entender lo que hago, pero sigo teniendo la misma ilusión que entonces. 

¿El éxito da vértigo o da hambre? 

La música da hambre, el éxito ni idea. Cuando lo pruebe, si lo pruebo, te contesto mejor…jajaja

Cuando compones, ¿piensas más en la melodía, en la palabra o en la escena que imaginas? 

Normalmente arranco con un trozo de música que me lleva a una pequeña escena mental. Las palabras suelen llegar lo último, empiezan por accidente y van completándose conforme avanza la música. Para mí hacer una canción es como hacer un puzzle sin la foto de la caja. Sabes qué piezas no encajan, pero no tienes ni idea de cuáles son las que si hasta que las encuentras.

¿Con quién sueñas cantar todavía, aunque sea en un sueño de madrugada

Mataría por tocar un par de canciones con los Who, por seguir subiendo a cantar con Leiva y por irme de gira con los Parcels. Pero, sobre todo, con Paul McCartney. 

El rock, ¿se hereda, se roba o se inventa cada noche? 

El rock, como toda música, viene de otras. Hay que ser elegante robando, escuchar la herencia de los antiguos y ser muy cabezón para querer reinventarlo. Para mí no es un ejercicio de estilo, me esfuerzo mucho para que mi música suene a mí. Me aburre la música que suena descaradamente a otras. 

Si tu segundo disco dice que “el mundo es cruel”, ¿qué te hace seguir creyendo en él? 

Creo en mi familia, en la música de los demás, en los niños pequeños, en mi perro Harry, en el olor de un estuche de guitarra, en  la sonrisa de mi Mari Carmen y en la cocina mediterránea. Creo en la gente noble y honesta, en la pasión y en el trabajo.

Y si un día no hubiera ni escenario, ni guitarra, ni aplausos… ¿quién sería Nacho Sarria?

Probablemente sería profesor o locutor de radio, que eran los dos únicos caminos profesionales que me funcionaban como plan B cuando aún estudiaba. Pero no quiero ni pensarlo. Estoy tan unido a la música, que no sabría quién ser sin ella.

13 septiembre – Alicante · Área 12 (Apertura Leiva)

20 septiembre – Guadalajara · Estadio Municipal Fuente de la Niña (Apertura Leiva)

26 septiembre – Canopy Castellana, Madrid · Ciclo Momentazos

4 octubre – Murcia · Espacio Norte

13 noviembre – Zaragoza · La Lata de Bombillas (AIE)

14 noviembre – Huesca · El Veintiuno (AIE)

15 noviembre – Segovia · WIC Festival 

11 diciembre – Valencia · 16 Toneladas (AIE)

12 diciembre – Madrid · Sala Revólver (AIE)

Más fechas por anunciar.

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