En el corazón trémulo de Andalucía, donde el aire sabe a azahar y la memoria se filtra por los detalles más nimios, surge Alejandro Cateto: un alquimista de espacios que ha decidido resignificar el orgullo y el origen, reclamando en su propio nombre el eco de lo despectivo para convertirlo, con deliberada audacia, en manantial de identidad. Cateto es un susurro monocorde que resuena potente, y no hay mejor hallazgo para un diseñador que exhuma autenticidad incluso desde su etiqueta.

Formado como diseñador de interiores, Alejandro transitó desde la luminosa exigencia de Teresa Sapey en Madrid hasta el brillante rigor de El Equipo Creativo en Barcelona. En esos talleres, donde la vanguardia se somete a la forma y al sueño, aprendió a valorarse, a creer en su instinto y a descubrir que el diseño se nutre, ante todo, de la convicción. La crisis que relegó su regreso fue, paradójicamente, la catapulta: Andalucía le reclamó, y allí fundó su universo, su estudio y su nombre, Cateto Cateto, como si con dos ecos reconociera al mundo y al pueblo al mismo tiempo.

Desde entonces, ha devuelto a la estética andaluza todo su duende y su vigor, dándole la vuelta sin renunciar a su pulso. Reinterpretó La Antigua Casa Pirula, un hotel-restaurante de Écija, y aquello dejó de ser solo un espacio: se metamorfoseó en slow-life hecho arquitectura, donde comer se convirtió en rito, descanso y paisaje interior (Premio al mejor diseño de branding en los Premios del Diseño Andaluz) . Desde su taller andaluz proyecta su vocación hacia Lisboa: allí engendra espacios como el restaurante El Mar, una genial travesía escenográfica que mezcla olas portuguesas y brisas cariocas, cada textura y cada luz revela una coreografía de culturas y de horizontes cruzados .

En ese cruce de duende y cosmopolitismo, de nombres y territorios, de humildad y orgullo, Alejandro Cateto encarna una pulsión creativa que piensa con los olores de la calle, que respira en los azulejos, que nombra el futuro a través de lo que nunca renunció a ser.

¿Cuándo descubriste tu vocación de interiorista?
Más que un momento concreto, lo considero una sensibilidad que se tiene o no se tiene. Al final, el interiorismo no deja de ser una forma de arte. La formación es muy importante, sobre todo en la parte técnica de ejecución, pero también existe gente con poca o ninguna preparación académica que posee un gusto innato y exquisito. Yo lo vivo así: como una mezcla entre sensibilidad y conocimiento.

¿De dónde viene tu inspiración? / ¿Cómo defines tu estilo?
Nuestra inspiración está muy vinculada al origen de cada proyecto. Como nuestro nombre Cateto sugiere, solemos rescatar mucho del pasado y de la tradición, no tanto desde mi origen personal (aunque a veces lo andaluz ha estado presente en algunos trabajos), sino desde la raíz del propio proyecto: el lugar, la historia del restaurante, del hotel o del espacio que intervenimos. Nos gusta mirar atrás para construir algo nuevo, con identidad y coherencia.

¿Qué es lo que más le cuesta en sus proyectos?
Cada proyecto lo entendemos como único y lo tratamos como tal. Hay interioristas y arquitectos que tienen un sello muy marcado y lo repiten de manera sistemática, lo cual respeto, pero mi manera de trabajar es distinta. Viene de mi formación en otros estudios de interiorismo donde aprendí que cada encargo tiene necesidades y singularidades propias, y que lo más honesto es adaptarse a ellas en lugar de imponer siempre un mismo lenguaje, con la coherencia y la linea estética propia que la vas impregnando en el proyecto sin darte cuenta.

Si yo le digo costumbrismo, ¿usted qué me dice?
Nosotros: cateto, pueblo, vida, espeto, mi casa, esta que ves en las fotos…muy 60’s…muy Costa del Sol… Es la raíz de lo que somos, lo cotidiano y lo auténtico.

¿Cómo fue el proceso de hacer este restaurante de Lisboa?
Fue una experiencia preciosa. Con estos clientes llevamos años colaborando en distintos proyectos —tanto restaurantes como hoteles que pronto verán la luz—, y tenemos una química de trabajo muy especial. Este restaurante en concreto nació como un proyecto express dentro de El Corte Inglés, con la premisa de acercar el producto fresco de la costa portuguesa a la mesa. Y trabajar con Kiko Martins es un lujo: es un fuera de serie, todo lo que toca lo convierte en algo vibrante, y siempre es un placer compartir proyectos con él, tenemos muy buena quimica.

Fotos de @loveladrillo

Tendencias