Por Marc Doménech

La vida y el toro se entrelazan en una lección constante: si de la vida se aprende, del toro también. No hay que dar nada por hecho, y Mario Navas lo sabe bien. Un torero que parecía tocar la gloria, ahora la ingrata fortuna de la profesión le da la espalda. La ecuación falla, los triunfos que atesora no logran explicar una temporada marcada por la incertidumbre y el silencio.

Hannah Arendt decía sobre el problema de la mentira que no tiene como objetivo hacer que la gente se la crea, sino garantizar que ya nadie crea en nada. En la búsqueda de sentido y verdad en un mundo que a menudo mira hacia otro lado, Mario aparece como un joven torero que no solo desafía a los toros, sino a la propia vida, incluso al mundo, al destino y a sus incertidumbres. En la tauromaquia encuentra uno de los últimos refugios donde lo auténtico y lo real sobreviven, exponiendo la belleza de la existencia. También la crudeza de la vida, y ahora leen sobre ello.

La verdad es que a Navas el sino lo empujará a seguir toreando, porque, aunque esta temporada se resista, se lo ha ganado, y de Torear sabe un rato. Habla sin tapujos sobre el dolor de la espera y la dureza de los caminos cerrados, sobre la importancia de apostar por los toreros de la tierra, y sobre cómo el arte taurino es uno de los pocos espacios donde lo auténtico y lo verdadero aún subsisten.

PREGUNTA: ¿Quién es Mario Navas?
RESPUESTA: Es un chico de 24 años, muy introvertido, que vive con la ilusión de convertirse en figura del toreo. Me defino como alguien que quizá piensa demasiado, pero al mismo tiempo muy tranquilo. Intento vivir la vida con mucha parsimonia.

P. ¿Eso lleva a definirte como torero?
R. Si, esa parsimonia que me sale de manera natural también la traslado a la plaza. Suelo estar muy tranquilo caminando por el ruedo y frente al toro.

P. ¿Prefieres el campo o la ciudad?
R. Sin duda, el campo. La ciudad me aburre mucho y me agobia. En el campo me siento libre, más salvaje.

P. ¿El campo es para los toreros?
R. Sí, creo que es raro encontrar a un torero que no le guste estar en el campo o en contacto con los animales.

P. ¿En qué situación te encuentras ahora?
R. Pues en la misma en que viven el noventa por ciento de los toreros. Es normal tener un parón después de la alternativa. Entrar en las ferias o en carteles con otros compañeros y figuras del toreo es muy complicado, y lo es todavía más cuando no cuentas con un apoderado. Al final, uno intenta luchar, ponerse en contacto con los empresarios, pero es difícil porque hay muchos compromisos.

P. ¿Duele?
R. Sí, claro que duele. Al principio cuesta mucho, pero luego uno acaba aceptando la situación. Lo único que te mantiene es la fe y la confianza en ti mismo para seguir adelante. Con afición, creo que todo termina llegando para quien sabe esperar.

“Muchos toreros, desgraciadamente, han derramado su sangre y no se han visto recompensados, como sí sucedía antiguamente”.

P. Hay que apostar por los toreros paisanos…
R. Así lo pienso, hay que apostar por ellos. Igual que sucede en tantas localidades y capitales de provincias que apoyan a sus toreros, me hubiese gustado que en mi tierra hubieran apostado por mí.

P. ¿Por qué crees que te ves abocado a esta situación?
R. Bueno, hay muchas circunstancias, y seguramente alguna sea culpa mía. Pero, al final, parte de esto se ha convertido en un monopolio: muchos intereses de por medio, intercambios de cromos, como se dice…
Aun así, sin apoderado la situación se complica todavía más. Y parte de culpa la puedo tener yo también, quizá por no haber aprovechado alguna oportunidad que me habría dado un triunfo mayor.

P. Aunque desconozco los motivos, últimamente ha habido varios toreros que se han quejado de su ausencia en las Ferias a través de comunicados, ¿sirven de algo los éxitos?
R. Depende de para quién. Ser torero es tan difícil, como fácil. Es verdad que hay ciertos toreros que, sin tener un éxito rotundo, destacan por su concepto o por ese poder de convocatoria que tienen con el aficionado, y evidentemente los empresarios cuentan con ellos.
En cambio, hay otros que tienen éxitos en las plazas, cortan trofeos, pero no logran ese tirón entre el público para que vayan a verlos, aunque tampoco les dan la oportunidad. Al final, el “éxito” es algo muy relativo.

P. Alguno incluso decía que no se respetaba la sangre que se había derramado. Eso es muy duro, ¿no?
R. Sí, es muy duro, evidentemente, porque un torero se juega la vida. Muchas veces no somos conscientes de que la ponemos en riesgo. Incluso el espectador, el aficionado, no siempre entiende que un torero se está exponiendo a perderla. Muchos toreros, desgraciadamente, han derramado su sangre y no se han visto recompensados, como sí sucedía antiguamente.

P. ¿Hay cierta distancia, por lo que dices, entre la gente del tendido, que parece que a veces no se acaban de creer que uno se está jugando la vida, y la gente que está en el ruedo?
R. Evidentemente, hay una perspectiva muy distinta entre el profesional y cierto público de la plaza. Hoy en día, la técnica ha alcanzado un nivel tan superior que los toreros pegan muletazos al noventa, noventaicinco por ciento de los toros. Esto puede crear en la afición la idea de que todo es muy fácil, una visión sin épica. Pero la realidad es otra. Por muy técnica que sea la faena o por muy nobles que sean los toros, en cualquier momento un toro puede alcanzarte y hacerte mucho daño. Se ha visto con Sergio Rollón, no hay enemigo pequeño y yo creo que muchas veces la gente no lo valora.

“De los pocos espectáculos en los que se ven cosas de verdad es en una plaza de toros”.

P. ¿Cómo os llega el ver un compañero vuestro a punto de perder la vida?
R. La verdad es que es duro y difícil. Gracias a Dios, todavía no he visto en directo que alguno de mis compañeros haya tenido un percance grave. Si me impactó mucho el caso de este chico de mi edad, que puso su vida en manos de los cirujanos. Una situación así, en una UVI móvil, no es la misma que la enfermería de una plaza de toros, como la de Las Ventas. Es duro ver noticias alarmantes. Dios quiera que pueda recuperarse pronto y volver a los ruedos, porque realmente se lo merece.
Todavía no he tenido ningún percance grave, pero sí es cierto que en algún momento a algunos se les puede pasar ese fantasma por la cabeza.

P. Nuestra sociedad está muy acostumbrada a la mentira. ¿Puede que por eso no se crea esa verdad?
R. Hoy en día en la sociedad en general hay mucha mentira, se falta mucho a la verdad. Es una pena, porque al final esto afecta a todos los ámbitos de la vida. Yo creo que de los pocos espectáculos en los que se ven cosas de verdad es en una plaza de toros. Fuera del ruedo, tristemente, existen otros tratos con los toreros, incluso mentiras de por medio. Pero lo que ocurre en el ruedo me parece un estado muy sincero, muy puro.

P. Porque, ¿cómo es este mundo, el del toro?
R. Es un mundo muy bonito, creo que el más bonito, pero a la vez muy complicado, porque muchas veces las cosas no salen como uno quiere. Se entrena mucho tiempo para que, en el día de, todo salga perfecto y por diversas circunstancias muchas veces no ocurre. Además, lo duro también es no poder torear, no sentirse realizado, que es lo que verdaderamente llena y hace feliz a uno.

P. ¿Ha cambiado desde que empezaste hasta ahora?
R. Ha cambiado mucho, recuerdo la época más feliz en la Escuela Taurina, toreando sin presión. Luego uno va creciendo, subiendo de escalafón, y empieza a ver la realidad del toreo. Al principio, sin caballos, tienes el respaldo de la Escuela Taurina. Pero ya cuando debutas con caballos, te sientes un poco limitado, por así decirlo. Debes valerte por ti mismo, con tu espada y tu muleta, y aun así es complicado. En cuanto a matador de toros, ni te cuento. Todo se reduce aún más y es muy complicado. Pero, aun así, sigo disfrutando de la profesión. Soy feliz delante del toro, toreando, como siento, y creo que es lo que más me llena y lo que me voy a llevar el día de mañana.

P. ¿Y vale la pena?
R. Sin dudarlo. El toreo es una profesión vocacional, no lo haces ni por dinero ni por fama, sino porque uno se siente realizado, se siente artista. Yo soy feliz frente al toro, por difícil que pueda parecer, porque da mucho miedo, pero uno se siente pleno cuando siente que ha dado todo de sí. O vacío, porque te has entregado toreando hasta vaciarte el alma. No lo cambiaría por nada, ni por nadie. Es vocacional, y eso es lo que nos hace felices.

P. Quieres torear, y ya.
R. Por supuesto, quiero torear y ojalá, Dios lo quiera, la vida me lo permita y los toros me respeten para algún día ser figura del torero que es con lo que sueño.

“Los empresarios deberían mirar hacia el futuro y apoyar a los jóvenes matadores de toros, porque el día que algunas figuras se retiren… ¿quién va a ir a los toros si nadie nos conoce?”

P. ¿Se llega a la felicidad a través del miedo?
R. Sí, se llega, si uno es capaz de superarlo. El miedo siempre está, antes de torear, durante la faena y después. Antes, porque uno piensa mucho y siente miedo al fracaso, incluso al ridículo. Durante, porque los animales pueden presentar complicaciones y eso genera miedo. Y después, porque las cosas pueden no haber salido bien, o incluso haber salido muy bien, y uno debe mantenerse al mismo nivel. Hay que saber convivir con el miedo, controlarlo y, sobre todo, superarlo.

P. Puede que pronto se venga un relevo generacional.
R. Creo que poco a poco habrá un relevo. Las figuras del toreo, son figuras porque se lo han ganado en la plaza, llevan muchos años desde su alternativa, y creo que deberían empezar a dar paso a los jóvenes. También los empresarios, que deberían mirar hacia el futuro y apoyar a los jóvenes matadores de toros, porque el día que algunas figuras se retiren… ¿quién va a ir a los toros si nadie nos conoce? Creo que deberían empezar a darnos un poco de cancha, para que el aficionado y el público nos conozcan y, así, asegurar que esto siga vivo.

P. ¿Cada día estás más seguro de ti y de tu arte?
R. Sí, vengo de una época bastante complicada, he pasado por un pequeño bache que me ha costado, pero me ha dado mucho ánimo saber que hay muchos aficionados que aún se acuerdan de mí, que tienen ganas de verme. Es muy difícil, incluso sin haber toreado esta temporada, que todavía se acuerden de mí y que, públicamente, denuncien que no estoy incluido en ningún cartel. La verdad es que es una gran motivación para mí, igual que he recibido el apoyo de muchos profesionales.

P. Nunca fue tan grande la gloria de los toreros, son tratados como héroes, llenan plazas… y sin embargo…
R. Es verdad que, a partir de los años 2000, en España hubo un bajón brutal en la fiesta, que se acrecentó cuando llegó la crisis. La gente empezó a perder interés, el fútbol cada vez se puso más de moda, surgieron otros espectáculos, y todo eso supuso un golpe muy duro para la tauromaquia.
Creo que ahora está empezando a resurgir. Después de la pandemia veo cada vez más jóvenes en las plazas de toros, parece que vuelve a ponerse de moda. Cuando políticamente se impiden ciertas cosas, la gente se rebela y quiere ir a los toros. Pienso que ahora mismo es un buen momento para los jóvenes, y ojalá que quieran aprender de la tauromaquia para poder seguir asistiendo, y que no sea algo momentáneo.

P. ¿Has conocido el éxito y has conocido el fracaso?
R. Ha habido momentos de éxito en mi carrera de novillero, momentos importantes, y el fracaso siempre está presente. Cuanto más haces, más tienes que perder. Muchas veces hay tardes que no salen las cosas como uno quiere y uno se va con esa sensación de haber fracasado, aunque muchas veces las cosas no dependen de uno mismo. Como aquello que dice: “el hombre propone, Dios dispone y el toro descompone”.
Pero tampoco lo llamaría fracaso, para nada. Fracaso sería que un toro te embistiera y lo dejaras ir, y todavía no he tenido la suerte de que me embista un toro por derecho. Sí he podido dar la cara en lugares importantes, recibir el reconocimiento de la prensa, del aficionado, del público y de los profesionales, y eso ya es un éxito para mí. Incluso disfrutar del toreo en ciertas plazas, sin haber cortado orejas, ya lo considero un éxito.

“El sentimiento de mayor soledad que pueda existir se siente delante del toro en la plaza. Es la soledad más intensa”.

P. ¿Quizá cuando uno palpa el éxito, todo lo que no se le asemeje se entiende como fracaso, aunque no lo sea?
R. Totalmente. Cuando uno es tan autoexigente consigo mismo, surgen estos problemas. Yo los he sufrido y aún los sufro: la autoexigencia. Me atrevo a contarte que el año pasado, cuando gané la final de las Nocturnas de Las Ventas, salí de la plaza llorando. Había triunfado, pero mi ilusión era cortar las dos orejas, como todo el mundo quiere cuando va a Madrid. Y aun habiéndolo logrado, lloré. Al final, ya es un triunfo ser vencedor entre tantos novilleros que han pasado por un evento tan importante. Pero uno, por esa autoexigencia, no le da la importancia real a lo que ha logrado.

P. ¿Qué sentís o pensáis cuándo os quedáis solos?
R. A mí no me gusta estar solo, siento miedo. Me gusta estar siempre acompañado en la habitación, ya sea por mi padre, mi hermano o algún amigo que haya invitado a pasar el día. El sentimiento de mayor soledad que pueda existir se siente delante del toro en la plaza. Es la soledad más intensa. Solo estás tú, el animal, y parece que no hay nada alrededor.

P. ¿Te arrepientes de algo?
R. Sí, de no haber disfrutado más por esas autoexigencias que me he impuesto. Creo que podría haber aprovechado más mi etapa de novillero con caballos, en la que he tenido la fortuna de torear en plazas muy importantes y, quizá por esa autoexigencia, no lo he disfrutado tanto.

P. ¿Qué quieres ganar?
R. Ganar… poco que ganar. Tengo lo que quiero: una familia unida, amigos, en casa no nos falta de comer… Lo único que deseo es poder disfrutar de la profesión, que el día de mañana pueda vivir de ella, que es lo que me hace feliz. Y también poder ser un espejo o un referente para muchas personas que comienzan en esta profesión.

P. ¿Qué has aprendido?
R. Mucho. Sobre todo, psicológicamente, más que en técnica. Creo que la técnica y unas buenas bases en el toreo son muy importantes, pero también lo es tener la mente en su sitio, que las cosas no te afecten demasiado. Muchas veces, al no ser tan duro contigo mismo, uno consigue disfrutar más de la profesión. Hay que sentirse privilegiado de poder torear, porque hay mucha gente que está en su casa y no puede hacerlo, y yo cada vez que iba a torear me sentía muy privilegiado.

P. ¿Qué es lo que te inspira a seguir? ¿El amor, la felicidad, la pasión, el dolor…?
R. El amor: amor por mi profesión, amor por el toreo, y amor por mi familia. Quiero que me vean conseguir ese sueño y puedan disfrutarlo conmigo, sentirme realizado. También por toda la gente que cree en mí.

La historia de Mario Navas deja en evidencia que la tauromaquia, más allá de su polémica, es una escuela de vida para quienes la practican. Navas reivindica el derecho de los jóvenes toreros a ser conocidos y apoyados, y lleva consigo el deseo de convertirse en figura no solo por éxito, sino por amor al arte, a la familia y por el anhelo de inspirar a otros. Entre la soledad del ruedo y el apoyo de los suyos, aprende a convivir con el miedo, a superar la autoexigencia y a mirar al futuro con la Fe de quien, a pesar de las dificultades, quiere torear y vivir intensamente. Con un único deseo: “Dios quiera que algún día pueda llegar a ser figura del toreo, algo que siempre he soñado”.

Localización: Taberna El Tentadero, Madrid

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