Por Bertie Espinosa
Hay un momento de la tarde, que es noche y tarde a la vez. Donde las bobillas amarillentas-casi fuego se encienden para dotar de un ambiente calido cualquier rincón. Aunque sea industrial. Pongamos, por ejemplo unas luces de esas, unas obras de arte y ese ambiente industrial de hormigón que siempre tiene la misma tonalidad y nunca se mancha. Hablamos, claro está de Lamuccca.
En Madrid hay muchas Lamuccas. Tantas que he perdido la cuenta. Cada uno tiene su personalidad, su parte de la carta que no tienen otros, y eso es lo divertido de esta cadena que puede ser una gymkana gastronómica en la que cada uno aguarda una sorpresa. Estuve este agosto en la de Fuencarral. Y esa es parrilla. Palabras mayores. Una parrilla siempre apetece, aunque sea agosto y uno se sienta como San Lorenzo en su martirio.
Madrid en agosto es Baden-Baden. Ya saben lo que sigue. Y Lamucca sigue lleno aunque las calles estén vacías. Hasta hay un fino hilo musical que invita a un Bloody Mary (que te prepara Ton desde una barra que preside 360º el lugar). Mientras tanto, ensaladilla rusa con todos los avíos: piparra, pimiento, gambas, cilantro, y hasta ventresca. No le faltaba nada y en el momento de estar escribiendo esto estoy recordando. Y la boca está haciendo de las suyas cuando recuerda algo con gozo.
Hay que incidir en el aspecto humano de las cosas, y esa noche de agosto yo lo encontré en Damián, su encargado. Un adonis rubio que te conduce a tu mesa y va recomendándote de la carta mientras que Mario complementa las informaciones. Un trío de ases perfecto para una noche de verano en la que la parrilla estuvo de morir.
Hay que decir que no es una parrilla cualquiera (como la canción de la vaca lechera…). Y que es una parrilla orgánica. Es decir, todo de la tierra o del campo directamente a la brasa que le impregna ese sabor indescriptible que es de lo mejor que ha inventado el ser humano. La parrilla en este Lamucca es tan necesario como fundamental.
Hay carne de todo tipo (lomo alto de vaca, entraña, hamburguesa, pollo…etc); verduras como boniato o alcachofas, y hasta pulpo.

Agosto en Madrid es todo un mito: calles vacías, persianas bajadas y el eterno “cerrado por vacaciones”. Pero si lo miras bien, tiene su encanto. Se aparca fácil, se camina sin agobios y, sobre todo, se come muy bien. Si te toca quedarte en la ciudad (por gusto o por obligación), aquí uno se siente un privilegiado de haberse quedado.
Para lo demás, Lamucca tiene cada vez cosas nuevas en carta, como tres pizzas de autor elaboradas en su horno de piedra
– La pizza de guanciale, calabaza asada, mozzarella di bufala y salsa de yema curada, una edición limitada creada para el Día Internacional de la Pizza. – Una versión sofisticada con mortadella trufada, burratina fresca y pistachos. – Y la Black vegetariana, elaborada con masa negra de carbón activado, mozzarella di bufala y verduras de temporada.

La sección de burgers se refuerza con la nueva Burger de Picaña, con guanciale crujiente y cheddar curado, mientras que la apuesta por el producto crudo se refleja en el Raw de Lamucca, que incluye unos singulares nigiris de socarrat con tartar de atún y un ceviche peruano con salsa de rocoto, boniato, cancha y cilantro.





