Por Marc Doménech
El verano asfixia Madrid. Las últimas horas del día colapsan las terrazas de gente que aprovecha la tregua que concede el asfalto caliente. Casa Toro se convierte en punto de encuentro para los venteños. Allí nos citamos con Guillermo García Pulido, con Las Ventas de paisaje. La charla comienza con lo inevitable: la tremenda cogida al novillero Sergio Rollón en Valdetorres de Jarama, dentro del Circuito de Novilladas de Madrid. García Pulido lo vivió en primera persona, debutando como comentarista televisivo en una tarde tan ilusionante como escalofriante.
Guille encarna esa juventud natural, viva y cotidiana que disfruta de la tauromaquia. Representa su gremio desde la normalidad, como algo corriente que es parte de nuestra cultura común. Un torero joven, o un joven torero, que no tiene más pretensión que la de vivir en su juventud, con una rutina distinta, sí, pero con mentalidad de joven, aficiones de joven, inquietudes de joven.
En la plaza, el joven tímido se despoja de la vergüenza. Vestirse de torero es todo un rito -un reto a nuestra propia naturaleza-, el ser humano lleva milenios enfundándose una armadura para enfrentarse a los momentos más crudos. Ponerse el traje de luces es todo un acontecimiento. Una especie de traje de Superman que despoja al hombre de lo ordinario y banal y lo eleva hacía la redención en la arena.

PREGUNTA: Torero, ¿por qué? ¿De dónde te viene?
RESPUESTA: Tengo antecedentes taurinos en la familia, un primo que fue novillero. De pequeño decía lo típico: “yo de mayor quiero ser torero”. Hasta que un día mi primo sufrió una cornada en las partes y yo dije: “no, yo mejor quiero ser futbolista”. Desde entonces seguí la vida normal de un niño: juagaba al fútbol, montaba en bicicleta, quedaba con los amigos… Pero a los 12 años, en una capea con una vaquilla, había poca gente y me animé a salir. Algo me entró en el cuerpo aquel día que me empujó a querer aprender cada vez más hasta que acabé por apuntarme a la escuela taurina.
La cornada de mi primo fue una cosa que viví desde cerca, no es que me asustara, pero me hizo pensar: “si esto puede pasar, yo no quiero ser torero”. Sin embargo, con el tiempo las ganas de torear volvieron y ya fue irremediable.
P. ¿Qué te inspira a serlo?
R. Creo que una vez que ya entras en este mundo, lo llevas dentro. Es una vocación. En mi caso, yo he tenido una carrera siempre muy positiva recogiendo muchos frutos, y llega un momento en el que se convierte en algo necesario en tu día a día. Para nosotros, es casi como una droga.
P. ¿Cómo se define García Pulido?
R. Como persona, me considero un chico sencillo, tranquilo y tímido. Como torero, descarado, profundo y con verdad. En el ruedo esa timidez desaparece, soy más yo y es donde saco lo que llevo dentro.
P. Como aficionado ya cuesta no disfrutar de vez en cuando de una corrida… ¿podéis vivir sin el toro una vez los descubrís?
R. No, sin entrenar tampoco. Cuando entrenamos recreamos mentalmente la tarde perfecta y lo vivimos, lo sentimos. Coger los trastos de torear es algo que se vuelve casi indispensable. El día que no los cojo, al siguiente ya estoy deseando volver a usarlos. Para nosotros es una droga.
P. ¿Droga, entonces, tiene su parte mala?
R. Como todo en la vida, todo tiene su parte mala. En nuestro caso, lo malo del toreo es, a lo mejor, el fracaso. Es duro y siempre está ahí, aunque forma parte del camino.

“Los toreros tenemos esa raza, ese instinto de querer desafiar los límites humanos”.
P. ¿Temes mucho al fracaso?
R. Sí, por supuesto. Me da miedo, mucho miedo. Pero los percances, las cogidas… tampoco lo considero un fracaso, ni te hacen fracasar. Sino que te dan un aprendizaje, te pueden parar un tiempo, pero nunca te frenan.
P. A parte de entrenar estudias Derecho y ADE. ¿Por vocación, por tener un plan B o por compromiso contigo mismo?
R. Siempre he sido bueno en los estudios y yo sé que esta profesión es incierta. Puede llegar una lesión, o simplemente que no valgas y tengas que irte. Quiero tener algo detrás, una formación, un plan B. Porque al final, es cierto que uno no puede estar toda la vida toreando.
P. ¿Qué te da la universidad que no te da el campo?
R. Me da una formación muy importante para mi vida, tanto en el aspecto personal como en el taurino. Estudiar te aporta conocimientos básicos que luego resultan necesarios para el día a día.
P. ¿Y qué te da el campo?
R. Me hace reencontrarme conmigo mismo. Es donde realmente se fragua el torero. En la soledad es donde mejor se forja mi toreo.
P. Porque vives solo en el campo, ¿no?
R. Sí, fue por decisión propia, aunque también por consejo. Como vi que daba buenos resultados, seguí haciéndolo. Estoy muy orgulloso de esa decisión.
P. ¿El torero es un ser solitario, o lo eres tú?
R. En mi caso sí. Habrá otros que no. Hay quien necesita vivir en Madrid y no soporta el campo. Yo soy muy solitario y prefiero la vida en el campo.

P. ¿Vivirías en la ciudad?
R. La verdad es que no. Madrid me gusta, me encanta, pero creo que para un torero no es bueno. Las prisas nunca son buenas.
P. Antes el camino del torero era más autodidacta. Ahora todos pasáis por las escuelas. ¿Por qué crees que eso ha cambiado? ¿Se está volviendo más técnico y menos instintivo?
R. La existencia de escuelas es muy positiva porque ofrece una formación básica que antes no existía. Cada torero se ha adaptado a su época, pero creo que hoy se debe aprender en una escuela, con becerras, en clases prácticas y en novilladas, antes que lanzarse a las capeas sin saber, porque podrían ocurrir muchas desgracias.
No creo que las escuelas taurinas hagan el toreo más técnico, sino que la propia evolución lo exige. El toro de hoy no tiene nada que ver con el toro de hace cuarenta años y exige más perfección, más técnica y así los chavales pueden adaptarse mejor.
P. ¿Es más fácil tomar la decisión de ser torero siendo joven, cuando aún no eres tan consciente?
R. Yo creo que hay que probarlo. Si sientes interés, coges una muleta y ves si es lo tuyo. Al principio no piensas en que puedes perder la vida, esa consciencia llega más tarde. Al principio tu única ilusión es aprender a torear y ser como El Juli, Morante, Castella…
P. Recuerdo estar en Las Ventas y enterarme de la terrible cornada que sufriste en Alalpardo, que te sacó de la Copa Chenel. ¿Cómo lo viviste? ¿Te da tiempo a pensar o todo pasa rápido?
R. Al principio no me di cuenta porque no sentí dolor cuanto el toro me pego la cornada, lo que sentí fue que no podía caminar, notaba la trayectoria. En el suelo, vi la herida y, al intentar levantarme, comprobé que no podía andar y ahí me di cuenta de la realidad.
Mi intención, casi instintiva, era levantarme, esperar a que el toro doblase y matar al segundo. Pero me di cuenta de que algo me lo impedía. Fui a la enfermería, me vieron y ya me anestesiaron e intervinieron y supe que esa tarde no podía continuar.
P. Y aun así había algo en ti que quería seguir…
R. Sí. Los toreros tenemos esa raza, ese instinto de querer desafiar los límites humanos.
P. ¿Qué ha sido lo más duro del proceso de recuperación?
R. Sin duda, quedarme fuera de la Copa Chenel. También fue duro verme en el hospital, casi sin poder caminar, avanzando poco a poco. Sentí mucha impotencia porque soy muy activo y pasé de no parar a no poder levantarme de la cama. Pero por suerte tengo amigos y familia que han hecho que todo ese tiempo fuera más ameno.
P. ¿Hay algo que haya cambiado en ti después de este percance?
R. Quizá lo único es que he reforzado mi compromiso con el toro. Porque ya he pagado el peaje que todos los toreros tenemos que pagar: derramar la sangre en el ruedo. Siempre tenemos miedo porque nunca sabemos cómo vamos a reaccionar, puede frenarnos o empujarnos. En mi caso, me ha reforzado.
P. ¿Paradójico?
R. Quizás. Pero si me hubiera echado atrás, no estaríamos aquí.
“El que te diga que no tiene miedo al toro te miente o es un inconsciente. Todos tenemos miedo al toro, es un animal que te pude quitar la vida, es una fiera. Pero hay otras cosas en la vida que también me dan mucho miedo”.
P. ¿Cómo estás ahora, física y mentalmente?
R. Perfecto. Físicamente al mismo nivel de antes y mentalmente incluso mejor.
P. Esto te mata o te da la vida, ¿no?
R. Hasta esos momentos son de gloria para un torero. En ningún momento sentí odio ni rabia hacia el toro. Es todo gloria.

P. ¿Se aprende algo del dolor?
R. Claro que se aprende. En mi caso, pasar malos momentos me ayuda. Me recuerda que he sabido superarlos y me empuja a seguir adelante cuando las cosas se ponen turbias.
P. ¿Y del miedo?
R. Pasar miedo tampoco es malo, todos pasamos miedo delante del toro. Pasar más miedo de la cuenta te puede servir para entrenar más o trabajar algo que no has trabajado lo suficiente.
P. ¿Tienes miedo al toro… o a otras cosas de la vida?
R. El que te diga que no tiene miedo al toro te miente o es un inconsciente. Todos tenemos miedo al toro, es un animal que te pude quitar la vida, es una fiera. Pero hay otras cosas en la vida que también me dan mucho miedo. Ser torero es muy complicado, casi un milagro, y no le tenemos más miedo a los toros que a las demás cosas de la vida, lidiamos con las dos.
P. ¿Hay redención en la arena o solo aplausos?
R. Yo soy muy tímido, pero al salir a la plaza es como si liberara al león que llevo dentro. Es el lugar donde realmente tú te muestras como eres, sacas tu personalidad.

“Parece que nos quieren imponer un modo de vida y hay jóvenes que identifican la rebeldía con ir a los toros”.
P. Cambiando de tercio: ¿se liga más siendo torero?
R. Por supuesto (risas). Tengo la comparación de antes, cuando no era torero, y ahora.
P. ¿Qué crees que te diferencia de otros jóvenes de tu edad?
R. La vida del torero es muy distinta. Es un sacrificio diario enorme y además tienes ese hándicap de ponerte delante de un animal que puede quitarte la vida, eso te distingue mentalmente.
Con 16 años la diferencia entre un novillero y un chico que no lo es, es abismal. Nosotros valoramos muy rápido las cosas. Pasamos casi todo el tiempo en la escuela taurina, rodeados de gente mayor: tu cuadrilla, tu mozo de espadas… convives con adultos y algo se te tiene que notar.
P. ¿Qué crees que es el toreo para los jóvenes que habitamos el siglo XXI?
R. Para muchos es una vía de escape frente a todo lo que se quiere prohibir. Parece que nos quieren imponer un modo de vida y hay jóvenes que identifican la rebeldía con ir a los toros. Me sorprende, de hecho, ver la cantidad de gente joven que acude a los toros.
P. ¿Has tenido algún problema alguna vez por decir que eres torero?
R. Ninguno. En redes sociales la gente se esconde tras una máscara y opina, pero en el cara a cara no te sale llamar a una persona que acabas de conocer: “asesino”. Puede que alguno lo piense, pero no se atreven a decírmelo. Cuando la gente habla conmigo se da cuenta de que soy una persona normal y que lo que les venden sobre los toreros no es así. No me juzgan, al menos no me lo dicen.
P. Empezaste con 12 años… ¿te acuerdas de ese niño? ¿Qué le dirías?
R. Claro que me acuerdo. Al principio no lo tenía muy claro, pero en cuanto entré a la escuela taurina supe que era lo mío. A ese niño le diría que no desaproveche oportunidades, que aproveche todos los trenes que pasen.

Nos despedimos de García Pulido cuando la noche ya cae sobre Madrid. Queda en él la calma de la tranquilidad, pero también los nervios contenidos de quien está a punto de cruzar el océano para debutar en América.
En él conviven la naturalidad y fragilidad del ser humano -el joven que estudia, entrena y convive con sus miedos- y la rebeldía de una juventud que no renuncia a su lucha por la trascendencia, algo que ya es “irremediable”.
Localización: Casa Toro, Madrid.





