Por Marc Doménech Cases
Pamplonés de nacimiento, Bruno se ha criado entre el bullicio de los Sanfermines, respirando esa cultura taurina desde niño, hasta que aquella fascinación novata acabó por convertirse en vocación. Resulta llamativo que de Pamplona -capital mundial del toro por una semana, única ciudad cuya feria taurina lleva por nombre “del Toro”- hayan salido tan pocos toreros. Pocos, sí, pero con trayectorias dignas de una novela (ya saben, la historia…). Juan Andrés Ugarte, figura respetada en el primer cuarto del siglo XX; Lalo Moreno, que colgó el traje de luces el mismo día de su alternativa, satisfecho de haber cumplido su sueño; Francisco Javier Martínez “Paquiro”, cuya vida terminó trágicamente en 1997; o Edu García, que en 1998 cambió el oro por la plata. Ahora, esa breve lista suma un nuevo capítulo: Bruno Martínez, novillero con excelentes dotes que cultiva su carrera entre España y México.
Nace en Bruno una Pamplona fiel a sí misma, la del culto al toro. Aquella que huye de esa superficialidad que no pisa ni las tradiciones, ni los ritos, de la que no es nada, más allá de enarbolar un vaso lleno de tragos. El novillero representa la que se resiste al “guirismo” que se pasea por la capital navarra en julio.
Actualmente, el pamplonés reparte su carrera entre España y México, en su leve acento se adivina el eco del salto del charco. El toreo es universal, la misma esencia tiene aquí o allá. La Hispanidad, más allá de la lengua y la historia compartidas, ve, entre otras muchas cosas, en la tauromaquia una de sus piezas vivas. Un hilo que ha cosido culturas y plazas de ambos continentes. El toro, más que un símbolo, ha sido y es un puente tendido entre España y América.
“Claro que tenemos cosas en común, aunque en México la tauromaquia se vive de otra manera. No solo el toro, es la forma en la que viven, porque su cultura, su filosofía de vida… es distinta. Allí el toreo se vive con una pasión desbordante, y eso engancha porque se entregan cuando hay emoción y pasión. Son muy apasionados. Aquí me siento como en casa; desde luego, me han acogido muy bien”.

PREGUNTA: ¿De dónde surge esta pasión?
RESPUESTA: Mi pasión surge desde pequeño. Soy de Pamplona y siempre he vivido con mucha intensidad los Sanfermines. Desde pequeño me han llevado a la Plaza de Toros y veía los encierros tanto por la televisión como en las calles. Todo esto me fascinaba, cada año, cuando llega el 6 de julio, Pamplona es todo toros: por la mañana el encierro, y por la tarde la corrida de toros. Poco a poco, esa fascinación se fue transformando en vocación, y así nació mi deseo de ser torero.
P. Llevas una vida entre España y México, ¿el mundo se te queda pequeño?
R. Todavía no se me queda chico. Tengo la gran suerte de estar a caballo entre España y México, sobre todo desde el último año. Mi sueño es torear en plazas de ambos países, así como en Perú, Colombia, Ecuador… Aspirar a llegas mucho más lejos. Gracias a Dios, desde hace un año que me apodera aquí en México Sergio Argüelles, tengo la oportunidad de prepararme y de torear tanto en plazas españolas como de mexicanas.
P. ¿Dónde te acogen mejor: cuando llegas a México o cuando regresas a España?
R. Tengo la suerte de contar con personas de confianza y gran aprecio, tanto en España como en México. En España paso mucho más tiempo y allí está mi vida, pero desde noviembre del año pasado, en México también tengo gente cercana que considero como familia. Cada vez que vengo me acogen de maravilla y es una alegría estar aquí porque puedo desarrollarme como torero, rodeado de grandes personas que me apoyan. Mi objetivo es alcanzar todas mis metas en el mundo del toreo.
P. ¿Cuándo uno viaja mucho se da cuenta de lo que tiene en casa?
R. Cuando uno viaja en plena temporada o se encuentra lejos de su casa, se da cuenta de lo que realmente tiene. En mi caso, siendo de Pamplona, es muy difícil ser torero, por lo que tengo que pasar mucho tiempo fuera. Y sí, así valoras más lo que tienes en casa e intentas dedicarle todo el tiempo y la atención posible, tanto cuando estás presente, como cuando estás ausente.
P. Si no me equivoco, en tu primera partida a México te organizaron una fiesta de despedida y se presentó tu propia peña taurina, ¿eso hace que uno se sienta importante?
R. Así es. Antes de venirme a México, en noviembre del año pasado, en Pamplona me inauguraron mi peña taurina. Más que sentirme importante, me sentí muy querido y, sobre todo, con un fuerte sentido de responsabilidad, porque veía que la gente tenía esperanza en mí como torero. Por eso se creó la peña, para apoyarme, porque me ven con futuro y eso me hace sentir con responsabilidad y, sobre todo, muy querido porque me la dediquen.
P: ¿Qué parte te cuesta más llevar: la exposición siempre con una sonrisa, las entrevistas, los compromisos, no poder decir que no…?
R. Soy un novillero aún desconocido. Acabo de debutar con picadores y me queda toda una trayectoria por delante, por lo que, en este momento, no tengo que enfrentar ni gestionar muchas de estas cosas. Todo lo que sí debo gestionar, lo intento llevar de la mejor manera posible.
“Siendo novillero, estamos, en cierto modo, “condenados” a triunfar, un poco obligados a triunfar”.

P. ¿Alguna vez te has preguntado si todo esto vale la pena?
R. No puedo decirte que no, el toreo es una montaña rusa: un día todo sale bien y al siguiente no hay suerte o las cosas no salen como esperabas. Soy una persona que piensa mucho y siempre busco perfeccionar, avanzar, mejorar, crecer y aprender. Por eso le doy muchas vueltas a la cabeza. Es verdad que, cuando las cosas no salen bien, te cuestionas todo, pero mi vocación, mis sueños y tener claros los objetivos me han motivado a seguir hacia adelante.
P. ¿Te ha cambiado más el toro… o el miedo?
R. Creo que te cambian un poco ambas cosas: el toro, el miedo… Todo contribuye a que uno evolucione como persona cada día. La responsabilidad aumenta cada día, los compromisos se vuelven más importantes, los toros más exigentes y los miedos también crecen. Con el tiempo y la experiencia, todo eso te transforma. La experiencia tampoco te cambia por sí sola, sino que te hace evolucionar. Siempre he sido el mismo, aunque, a medida que avanzas en la vida y en el mundo del toro, vas aprendiendo y creciendo constantemente.
P. ¿Hay algo de este camino sacrificado que aún no hayas logrado perdonar (o perdonarte)?
R. Como dices, es un camino sacrificado, pero no me detengo a pensar demasiado en ello. Intento que las cosas buenas que me suceden, y que logro en este camino, todavía se vuelvan aún mejores, trabajando para que lo sean. Respecto a los errores o las cosas malas en las que me he equivocado, los trabajo para que aprender de ellos, no repetirlos y, cada día, esforzarme para ser el mejor torero.
P. Cuando toreas ¿tratas de dominar o dialogar?
R. Te diría que ambas. Creo que el toreo, en muchos casos, consiste en dominar y, en otros, en dialogar. A veces incluso surgen ambas en la misma faena. Hay que dominar al toro y someterlo para que se entregue, pero al mismo tiempo es un diálogo constante, un ejercicio mental frente a los retos y las condiciones que el toro te va mostrando. La lidia de cada animal es distinta, y por eso pienso que el torero es dominar a través de un diálogo.

P. ¿Qué parte de ti se alimenta del aplauso?
R. La verdad es que creo que el aplauso, o lo que este significa (el triunfo, las felicitaciones…) es algo secundario, no es el fin. Ahora mismo, siendo novillero, estamos, en cierto modo, “condenados” a triunfar, un poco obligados a triunfar, pero cada vez creo más que toreando para uno mismo es como se consigue el aplauso. Pensando en uno mismo, en el alma, en el interior y en lo que se quiere mostrar como torero, es ahí donde surge el reconocimiento. No hay que buscar el aplauso como objetivo para mostrar tu toreo, sino buscar la emoción propia y transmitirla en la plaza, así es como se gana el aplauso de la gente.
P. ¿Hay algo en ti que se transforma en el paseíllo?
R. Realmente no. Uno ya está metido desde mucho antes, desde el hotel, desde el patio de caballos… Lo que hago es intentar disfrutarlo, meterme en la tarde, ver cómo está la plaza y estar plenamente concentrado y presente en lo que se avecina.
P. ¿En qué momento sentiste que dejaste de ser un niño?
R. Diría que dejé de sentirme un niño cuando empecé en el toreo, al entrar en la escuela taurina, con 17 años. Comienzas a relacionarte con personas adultas y a sacrificar algunas de las cosas más habituales para los niños de tu edad. Es en ese momento cuando empiezas a darte cuenta de que, poco a poco, dejas de ser un niño.
P ¿Qué tipo de hombre quieres ser más allá del torero?
R. Más allá del toreo, siempre he intentado ser una persona con valores claros y firmes, que se mantiene fiel a sí misma. Sobre todo, procuro ser leal y cercano con mi gente de confianza, con quienes me apoyan y ayudan y busco actuar siempre con buenas acciones hacia los demás.

En su horizonte tiene las actuaciones en Peralta, el 7 de septiembre y Villaseca de la Sagra, feria que reúne a los novilleros más importantes del panorama actual, el 9 de septiembre. Ambas en España.
Fotos: cedidas por Bruno Martínez





