El entrenador que no grita
Fernando Sartorius es uno de esos seres que uno ve y no grita. Raro en un entrenador personal, cuya imagen nos viene a la cabeza la del grito y la orden. Una suerte de mili del cuerpo bajo cuyo dictado muchos deciden pasar. Pero este hombre es distinto. No necesita levantar la voz para que el cuerpo reaccione. No lo ha necesitado nunca. A lo largo de más de tres décadas moldeando siluetas y filosofías corporales, su método no ha sido la imposición sino la revelación: ayudar a otros a recordar lo que su cuerpo ya sabe. En un mundo que corre, Sartorius respira. Donde otros enseñan bíceps, él predica conciencia. En un gimnasio lleno de espejos, él invita a mirar hacia dentro.
Se podría decir que fue el primer entrenador “con alma” cuando el concepto ni siquiera se escribía en minúscula. Antes de que la espiritualidad y el wellness se pusieran de moda, Fernando ya hablaba de meditación, de autoconocimiento, de disciplina sin agresión, de fuerza sin soberbia. En los años noventa, entrenaba a celebridades. Hoy, entrena a quienes buscan dejar de actuar como celebridades y empezar a vivir como seres humanos.
Nacido en Madrid en 1960, Fernando Sartorius tuvo una revelación temprana: el cuerpo es un lenguaje. No uno que se impone, sino uno que se aprende a escuchar. Su carrera como entrenador personal lo llevó a las alturas más codiciadas: cuerpos de portada, nombres de pasarela, apellidos con heráldica del cine. Entrenó a modelos, actores, músicos y CEOs antes de que esas siglas significaran lo que significan hoy. Pero mientras otros construían imperios de proteínas y batidos, Sartorius construía una ética.
Fue pionero del coaching físico en España y Latinoamérica cuando el término aún era pasto de confusión. Y en lugar de vender fórmulas mágicas, escribió libros —varios— en los que hablaba de nutrición emocional, de disciplina blanda, de la necesidad de vincular músculo y emoción, rendimiento y propósito.
Fernando no es un entrenador tradicional. Si uno lo ve entrenar a alguien —pongamos a una empresaria de éxito de 52 o a un modelo de 26—, lo que ocurre no se parece a una sesión de gimnasio, sino a una conversación corporal. Corrige posturas como quien afina un instrumento antiguo. Sugiere movimientos con una calma que impacienta al ansioso, pero fascina al que busca durar.
No entrena para resultados, entrena para permanencias. A diferencia del fitness rápido y estético, lo suyo es una inversión a largo plazo: en salud, en postura, en bienestar. Por eso lo siguen tantos, y por eso sus clientes, muchos anónimos, hablan de él como quien ha tenido un guía más que un coach.
Fernando Sartorius pertenece a esa rara especie de hombres que se reinventan sin cambiarse de ropa. Su imagen sigue siendo la de siempre: ropa neutra, sonrisa serena, mirada que observa más que juzga. Pero su discurso ha ganado densidad. Habla cada vez más de conexión, de presencia, de coherencia. Del cuerpo como herramienta, no como escaparate. De la energía, del propósito, de algo que está más allá del pectoral perfecto.
En sus redes, que maneja con sobriedad franciscana, se habla de equilibrio, de ayuno consciente, de lectura, de espiritualidad aplicada. Podría haber sido un gurú más, un predicador de abdominales con acento neutro. Pero eligió ser otra cosa: un hombre que ha vivido en su cuerpo como en una casa en silencio. Y que ahora enseña a otros a hacer lo mismo.
Fernando Sartorius tiene un físico admirable. A los sesenta y tantos, sigue encarnando esa masculinidad templada, sin estridencias ni efectos especiales. Pero lo verdaderamente admirable es su compostura. Su manera de moverse, de hablar, de ocupar el espacio. La elegancia tranquila del que no necesita seducir porque ya está en paz.
No es un hombre de slogans. Es un hombre de pausas. De frases que caen como piedras en el agua, con ondas que se expanden. Quizá por eso, cuando uno lo entrevista, no está ante un experto, sino ante una presencia. Alguien que ha entendido que el cuerpo no es el fin, sino el comienzo. Y que si uno lo escucha con la suficiente atención, es capaz de decirnos exactamente quiénes somos.
A continuación, una conversación con Fernando Sartorius: sobre el cuerpo, el alma, la masculinidad, el entrenamiento silencioso y la sabiduría que llega cuando uno deja de necesitar tener razón.
Fernando, has entrenado a estrellas como Elsa Pataky o Halle Berry. ¿Qué tienen en común las personas que realmente logran transformar su cuerpo?
Así, a bote pronto, se me ocurren tres palabras: fuerza de voluntad, perseverancia y ambición.
¿Recuerdas el momento en que supiste que querías dedicarte al entrenamiento personal? ¿Fue una vocación o una evolución natural?
Recién cumplidos los 27 años, me encontraba en Los Ángeles ganándome la vida como profesional de pádel tenis, un deporte en el que llegué a ser campeón de Estados Unidos junto a mi hermano Javier. Pero mi verdadera conversión la que marcaría mi futuro y me cambiaría la vida sin que yo lo supiera sucedió el día que entré por primera vez en el emblemático Gold’s Gym de Venice Beach.
Fue toda una revolución, parecida a la que tuvo San Pablo cuando una voz en forma de trueno lo tiró del caballo y lo llevó a convertirse al cristianismo. Yo había entrado, casi por casualidad, en el templo del culturismo, del culto al cuerpo. Un lugar donde hombres y mujeres acudían a cincelar sus cuerpos con todo tipo de máquinas y artilugios que jamás había visto en mi vida.
Por dentro pensé que aquello se parecía a lo que hacía Miguel Ángel con el mármol para crear sus esculturas en el siglo XVI. Me sumergí de lleno en esa cultura, con toda la pasión y el fervor de un nuevo converso. Ocho años más tarde regresé a España con los diez mandamientos del fitness… y lo demás es historia..
Tu enfoque no solo es físico, sino también mental. ¿Qué papel juega la motivación interna frente a la disciplina?
Somos cuerpo, pero también mente y alma. He conocido tanto hombres como mujeres con cuerpos esculturalespero infelices. Lo que te hace sentirte realizado y orgulloso es cuando eres capaz a través de un esfuerzo físico o mental conseguir algo difícil y que merezca la pena, ponerte en forma tomar el control de tu salud es un esfuerzo que merece la pena. En una entrevista a la cantante Madonna, dijo lo mas bonito de todo es en lo que te conviertes cuando consigues cosas difíciles.
Has trabajado en Los Ángeles, Madrid y otros rincones del mundo. ¿Hay diferencias culturales a la hora de abordar el cuerpo y el bienestar?
Más que culturales, yo diría que son barreras personales, porque no he visto nada más democrático que el hecho de que todos tengamos un cuerpo. Nos iguala a ricos y a pobres, a listos y a tontos.
Y cuando hablo de barreras personales, me refiero a que no es lo mismo entrenar a un atleta profesional que a una ama de casa. Cuando se trata del cuerpo, cada persona tiene sus propios objetivos y necesidades. Por eso, el enfoque siempre debe ser individualizado.
¿Alguna vez has tenido que decirle “no” a un cliente famoso por no comprometerse con el proceso?
La verdad es que sí, aunque no sería apropiado nombrar a nadie. Yo no puedo hacer milagros, y si no te comprometes con el proceso, no vas a ver resultados.
También reconozco que lo contrario también me ha pasado: he tenido alumnos que han decidido dejarme, ya sea por falta de química o porque no les gustaba mi forma de entrenar. That’s life, my friend.
¿Cuál ha sido el mayor error que cometemos cuando queremos empezar una vida más sana?
El problema es que esperamos resultados demasiado rápidos. Queremos plantar la semilla del tomate el lunes… y estar cenando tomates esa misma noche. Pero no funciona así.
Tenemos que agarrar la regadera y regar la semilla del fitness. Llega el miércoles y, otra vez, hay que entrenar: es decir, volver a regar. Al principio no vas a ver nada, nada que se parezca a una planta, porque durante los primeros meses las mejoras son invisibles. Pero si continúas entrenando y cuidando tu alimentación, los resultados acaban llegando.
Tenemos que comprometernos con el proceso. Esa es la clave.
En tus libros y entrevistas hablas de “entrenar con sentido”. ¿Qué significa eso para ti, más allá de las pesas y el cardio?
Cuando digo que entrenes con sentido, me refiero a que entrenes en función de tus posibilidades y de tus objetivos personales. Somos seres únicos, y cada uno tiene que encontrar su propia forma de entrenar, la que realmente se adapte a su cuerpo, su mente y su estilo de vida.
¿Es cierto que el descanso y la alimentación pesan más que el propio entrenamiento?
Pesan igual. Son partes equitativas dentro de un buen programa de entrenamiento, y cada una cumple una función igual de importante.
Dicen que eres más psicólogo que entrenador. ¿Qué te ha enseñado el cuerpo sobre la mente?
Un entrenador tiene que ser capaz de motivar a sus alumnos, saber cuándo empujarlos y cuándo no. También debe saber cómo cambiarles la rutina en el momento adecuado, para que no se aburran y mantengan la motivación.

¿Tú también tienes días en los que no te apetece entrenar? ¿Qué haces entonces?
Yo me siento tan bien después de una buena sudada o de haber jugado un partido de pádel tenis con mis amigos, que son muy pocos los días en los que no me apetece jugar. No hay nada como esa sensación de una buena ducha después del ejercicio.
Trabajas con cuerpos que están bajo constante escrutinio público. ¿Cómo se maneja la presión estética sin perder la salud mental?
Los políticos tienen presión, los empresarios también, igual que los padres de familia que están bajo una fuerte carga económica para sacar adelante a los suyos. Y qué decir de los deportistas profesionales de élite. La presión es una constante en este mundo globalizado y efervescente en el que vivimos.
Y, por supuesto, existe también la presión estética, especialmente sobre las mujeres, para alcanzar un look y un cuerpo muchas veces irrealista. Lo importante no es negar esa presión, sino aprender a gestionarla con inteligencia.
Has hablado del “porqué” como motor de cambio. ¿Cuál es el tuyo hoy?
Mi porque, mi llamada es intentar aumentar la calidad de vida de las personas a través del ejercicio y una buena alimentación.
Si pudieras dar un solo consejo a alguien que quiere empezar a cuidarse pero se siente perdido, ¿cuál sería
Lo primero que haría es buscar un buen entrenador que sepa guiarme y acompañarme en las primeras fases del programa de entrenamiento, que son, sin duda, las más difíciles. Es en ese momento cuando hay que aprender la técnica correcta para realizar los ejercicios de forma adecuada, y contar con una buena base desde el principio marca la diferencia.
Y ahora que has pasado décadas en esta industria, ¿te has vuelto más exigente contigo mismo o más compasivo?
Me sigo exigiendo en todos los niveles. A nivel físico, me muevo todas las veces que puedo a lo largo del día. A nivel mental, sigo aprendiendo constantemente creo firmemente que nunca hay que dejar de aprender. Y, a nivel espiritual, también me exijo: creo en cuidar el alma, en mantener una actitud positiva y en hacer el bien a los demás siempre que sea posible.






