Por Marc Doménech Cases
Tiene 22 años, un novillero que nació en Nîmes, esa ciudad del sur de Francia donde los coliseos romanos y las plazas de toros comparten piedra, y llega a Madrid con la ilusión de las primeras veces.
Lleva la luz de su quinta y la sombra antigua de una profesión que no permite medias tintas. Nino Julián no ha sacrificado nada: ha elegido todo. Eso no quiere decir que se mueva por ambición, sino que es la consecuencia natural de elegir una pasión que lo atraviesa por completo. Por lo que entiendo, su decisión significa querer todo lo que uno necesita. Nada más -ni nada menos-.

Reducirlo todo a lo perceptible humanamente es insensato. Hay cosas sublimes que deben seguir estando donde están. Como dijo San Agustín: “¿Qué es, pues el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo a quien me lo pide, no lo sé”. Así es con el amor, la felicidad, el ego, Dios, la vida, el milagro, el toreo… Nino vive en un espacio donde tres segundos pueden ser eternos y una faena se convierte es una experiencia sagrada, imposible de traducir. ¿Cómo se pueden comparar los tres segundos de una verónica con los mismos tres segundos que empleas en apretar el botón de la máquina del café? Hay faenas que no se explican, solo se pueden vivir. Por ello hay que atender a jóvenes como Nino Julián, porque saben lo que hacen, y puede que mientras crean, malgastemos tres segundos en subir un post.
PREGUNTA: ¿Quién es Nino Julián? ¿Qué le hace feliz?
RESPUESTA: Nino Julián es un joven de 22 años que se dedica a su profesión, novillero, y sobre todo disfruta de poder vivir de su pasión. Le hace feliz el poder levantarse todas las mañanas persiguiendo el sueño de ser figura del toreo. Y también de las cosas sencillas de la vida, como pasar tiempo con sus amigos, su familia… y de su pasión por el toro.
P. ¿En qué momento pensaste por primera vez: “esto me puede costar la vida” y, aun así, seguiste?
R. Ese momento llegó muy pronto. Entré en la escuela taurina de Nîmes con solo ocho años, y desde el principio, mi profesor, que hoy es mi apoderado, me puso delante de la realidad: esto requería sacrificio, había que darlo todo, y no era un juego. Era algo que tenía que vivir intensa y plenamente, porque nos podía costar la vida.
Así que ese pensamiento llegó rápido, quizá con catorce años, o incluso antes. Y, aun con eso, seguir no fue una decisión difícil. Al revés: casi me ayudó. Me dio sentido. Le dio sentido a mi vida.
P. ¿Te sientes joven como cualquier otro de tu edad, o este camino te ha hecho madurar antes de tiempo?
R. La verdad es que esta profesión te hace madurar muy pronto. A mí me dio razones para sacrificarme desde muy joven. Siempre me he sentido más en mi sitio cuando estaba con gente mayor o con personas que estaban viviendo el mismo sueño que yo. No noté diferencia con mis compañeros de la escuela taurina, porque todos estábamos en lo mismo. Pero sí la noté en el colegio o en otros lugares.

P. ¿Qué has tenido que dejar atrás para ser novillero? ¿Qué no estás dispuesto a sacrificar?
R. No sé si he tenido que dejar cosas atrás para ser novillero. La verdad, todo lo que he hecho ha sido porque quería hacerlo. Para mí no es un sacrificio, es simplemente el precio que hay que pagar por vivir este camino y llegar a donde quiero. Entonces, no lo llamo “sacrificio”.
Creo que uno ya está dispuesto a sacrificarlo todo cuando decide jugarse la vida por el toreo. En ese punto, ya no hay nada que se pueda considerar pérdida. Porque te estás entregando a lo más importante que hay para ti.
P. ¿El toreo es una forma de decir “mírame”? ¿De qué te quieran?
R. Para mí, sobre todo, el toreo es una forma de expresarme. No digo “mírame”, pero sí intento que la gente vea cómo soy en la plaza y que pueda disfrutar y, sobre todo, emocionarse. Soy muy dedicado y lo doy todo en la plaza, como lo hago en la vida.
P. Te presentas en Las Ventas, ¿qué supone a nivel personal?
R. La verdad es que te da miedo. Es un gran sentimiento. Se mezclan muchas cosas, pero es uno de los sueños que buscamos todos. Estamos entrenando todos los días para llegar a sitios como este. Es algo muy duro, mental y físicamente. Ahora estoy intentando disfrutar de los días previos y de ese día, que va a ser para disfrutar lo máximo posible y ser yo mismo en la plaza. Sobre todo, para quedarme con un recuerdo grande y que la gente no salga indiferente.
“La gente siempre se interesa por lo que estoy haciendo y por la forma que tengo de vivir. Nunca me he encontrado con gente que no se haya interesado”.

P. ¿Crees en algo que no se pueda explicar con palabras?
R. Sí, yo creo en el arte y en los sentimientos. Los sentimientos y el arte no se pueden explicar, se transmiten, pero no se explican.
P. ¿Qué hay en una faena que roza lo sagrado?
R. Lo sagrado, eso es. Una faena así está llena de arte, de sentimiento y de inspiración. Eso es lo mejor, porque las mejores faenas no se explican: se viven.
P. ¿Te imaginas a ti mismo dentro de muchos años y recordando esta etapa de tu vida?
R. Sí, porque son etapas muy bonitas y siempre quedarán como recuerdos, como parte de mí. Hay muchas etapas que quisiera volver a vivir. Mis etapas de novillero sin caballos en la Escuela Taurina, mis viajes a España para torear vacas en el campo… son las primeras veces mágicas. También los momentos en la plaza, ya como novillero con caballos. Todo son momentos muy importantes para mí, tanto dentro de la plaza como fuera, con mis compañeros, mis maestros…
P. Cuando no estás entrenando ni toreando, ¿qué te pone los pies en la tierra? ¿Qué haces que no tenga nada que ver con el toro?
R. Mi familia y los amigos. Y el deporte también. Me gusta mucho el deporte, y eso hace que desconecte un poco. Últimamente estoy jugando a pádel.
P. ¿Llevas una vida más o menos “normal” con tus amigos, o hay algo en ti que ya no puede encajar del todo en eso?
R. Tengo bastante suerte. Tengo amigos que entienden mi forma de vivir. Porque es verdad que, a veces, no encaja del todo con la forma de vivir que tienen ellos.

P. ¿Qué suena en tus cascos antes de una tarde importante? ¿Eres de los que se motivan con flamenco, rock o silencio?
R. Soy de escuchar bastantes cosas. Escucho flamenco, como Miguel Campello o Niña Pastori, últimamente. Pero también música francesa antigua, como Charles Aznavour y del estilo.
P. ¿Puedes permitirte enamorarte, salir de fiesta, “resacas”… o el toro no te deja?
R. Sí, en la vida hay que saber disfrutar de estos momentos, y es importante saber vivirlos. Aunque también hay que saber diferenciarlos y tener muy claro que hay muchos momentos en los que debemos estar pensando al completo en el toro. Pero en los pocos momentos en que podemos relajarnos, hay que saber disfrutarlos también.
P. ¿Has sentido alguna vez que no te creen cuando dices que eres torero? ¿Cómo reacciona la gente cuando lo cuentas?
R. Sobre todo, sorprende que un joven se pueda dedicar de esta manera a una profesión como es ser torero. Aunque, la verdad, la gente siempre se interesa por lo que estoy haciendo y por la forma que tengo de vivir. Nunca me he encontrado con gente que no se haya interesado o preguntado por mi profesión cuando le digo que soy torero.

Nino disfruta el tiempo, también el nerviosismo de los días previos. Lo envuelve esa quietud tensa de quien ha entendido muy pronto el sentido de su vida. Lo primero para llegar a ser algo es creerlo, y Nino Julián lo tiene aprendido. Disfruta de su profesión compartiéndola: abriéndose en cada tarde con el público y explicándola, enseñándola a todo desconocido con el mejor de los ejemplos, normalizándola en la vida diaria.
A veces, en la cara de Nino se dibuja la seriedad de un hombre que carga con una vocación. Y otras, apenas un segundo después, se le escapa una risa que recuerda que sigue siendo un joven. Ya cantaba Aznavour -antes que Bad Bunny-: “Hier encore, j’avais vingt ans, je caressais le temps et jouais de la vie comme on joue de l’amour…”.
Hoy abre cartel en Las Ventas junto a sus compañeros Mariscal Ruiz y Juan Alberto Torrijos, con novillos de Los Chospes.
Fotos: cedidas por Nino Julián





