Hay tardes que se viven con los cinco sentidos, y esta fue una de ellas. Hace unas semanas tuve la suerte de asistir a una cata exclusiva en The Library, ese espacio tan sofisticado como acogedor que parece sacado de una película de Wes Anderson. ¿La protagonista de la velada? La apasionante Camino Pardo, alma y directora de Bodegas Frontaura & Victoria, quien nos guió por un viaje vinícola tan delicado como poderoso.


Fundada en 1999, Frontaura & Victoria es mucho más que una bodega: es la historia de una pasión familiar, de una visión que conecta los viñedos centenarios de Zamora con el lujo discreto y sostenible. Con viñas que datan de 1840 y una fuerte apuesta por la Tinta de Toro, esta casa ha sabido posicionarse entre las más reconocidas del panorama nacional e internacional, exportando a más de 24 países y acumulando reconocimientos como la Medalla Platino «Best in Show» de Decanter 2024.

Desde el primer instante, el ambiente lo decía todo: un tono de luz suave, jazz flotando de fondo, copas perfectamente alineadas y una acogedora mesa que prometía complicidad entre desconocidos. Camino nos dio la bienvenida con esa energía serena que tienen quienes aman profundamente lo que hacen. Y vaya si lo transmite: no solo es la directora general de Frontaura & Victoria, sino también su alma mater, la voz de una bodega que produce auténticas joyas enológicas en el corazón de la D.O. Toro.


La experiencia comenzó suave, pero sorprendiendo, con un Victoria Rose 2024 delicado y floral, con ese tono rosado tenue que enamora a primera vista. Una entrada perfecta que maridamos con una cecina de Wagyu que despertó el paladar sin abrumar. Camino, entre sorbo y sorbo, nos hablaba del viñedo como quien describe un paisaje que ama: con respeto, detalle y pasión. Le siguió el Verdejo D.O. Rueda de brillante tono dorado y notas intensas a fruta madura. Fresco, sedoso, elegante, Fue el vino más coqueto de la tarde, ideal para acompañar una crema de chirivía y un salpicón de marisco. Ligero, pero con carácter. Perfecto para una charla con ritmo de confidencia.


El tono de la cata subió de intensidad con el Crianza, un tinto con cuerpo, crianza en barrica de roble francés y una estructura que arropa el paladar como un buen abrazo. Lo maridamos con unas setas silvestres y un huevo poché, y aquí, ya estábamos todos entregados: este vino es un homenaje a la tierra de Toro, a su historia, a su sol generoso y a su fruta jugosa.


Y, como cierre perfecto, el Aponte 2018, esa joya elaborada con viñas prefiloxéricas. Intenso, envolvente, con un retrogusto casi infinito. Se sirvió junto a un guiso de rabo de toro sobre un cremoso puré de patata, y en ese momento, nadie habló: solo miradas, suspiros y sonrisas de complicidad. Puro lujo embotellado. Camino fue mucho más que una anfitriona: fue la narradora de un proyecto familiar con alma, una mujer que habla del vino como quien cuenta una historia que ha vivido en primera persona. “El vino es cultura viva, naturaleza, disfrute, historia y tradición. Y así lo vivimos”, nos dijo con una sonrisa.

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