Por Marc Doménech Cases

Tiene 22 años, es oriundo de Alfaro y avanza con paso firme entre los novilleros del momento. Fabio Jiménez debutó en Madrid el pasado verano durante el certamen de novilladas nocturnas “Cénate Las Ventas”, donde sus naturales le valieron el pase a la final del certamen. El pasado 20 de mayo regresó al coso venteño en plena Feria de San Isidro, dejando su impronta con un embroque por la izquierda lleno de verdad. Aquella tarde trajo a la memoria reminiscencias de otras faenas riojanas, debido al segundo débil de su lote, dejó la miel en los labios. Madrid lo miró con atención, y pidió más.

Después de su paso por San Isidro, Fabio se sincera para ESSENCEmag: habla sin adornos, claro y directo, sin titubeos. Lejos del tópico del héroe, el alfareño se perfila como un joven que intenta, simplemente, vivir con autenticidad lo que ama.

PREGUNTA: ¿Cómo te defines dentro y fuera del ruedo, queda algo de ese niño que soñaba con ser torero?
RESPUESTA: Me considero una persona normal, que intenta cada día superarse como torero y, sobre todo, ser buena gente.
De ese niño que soñaba con esto quedan intactas todas las ilusiones y los sueños por vivir. Esa ilusión de expresarme y sentirme vivo cada vez que toreo, nunca caducará.

P: ¿Qué ha sido lo más duro de abrirte camino en esta profesión?
R: No siento que el camino esté siendo duro. La ilusión de torear y poder expresar lo que uno lleva dentro delante de los animales está muy por encima de cualquier traba y dificultad. Intento no dar importancia a lo negativo de esta profesión y quedarme con lo bueno, que es mucho más. El toreo en muy bonito y lucho por lo que quiero, me quedo con eso.

P: ¿Y lo más inesperadamente bello?
R: Dedicarme a esto, simplemente. Poder acercarme a torear como sueño y siento. Vivir cosas preciosas delante de los animales, ralentizar una embestida que te puede arroyar como un tren, torear a gusto… eso no tiene precio.

P: ¿A quién le dedicas, en secreto, cada tarde que te vistes de luces?
R: No se la dedico a nadie, toreo para mí. Aunque es cierto que es una alegría ver que la gente que quiero se emociona y vive mis tardes con tanta intensidad. Es una de las cosas más bonitas de esta profesión.

P: ¿Cómo se cuida uno el alma cuando siempre se está al límite?
R: Intentando vivir en paz, procurando serenidad en el día a día, en cada entrenamiento. Tener el alma tranquila y feliz es fundamental para afrontar esta profesión.

P: ¿Has sentido alguna vez esa tensión, tan ritual y a veces tan real, entre la vida y la muerte?
R: Intento no pensar en tragedias. Es cierto que antes de torear vienen a verte muchos pensamientos, de todo tipo, pero hay que poner una barrera mental y centrarse solo en lo positivo, hay que eliminar los pensamientos malos.

P: ¿A qué renuncias cada día por ser torero? ¿y qué ganas?
R: No siento que renuncie a nada. Tal vez lo que más me pesa es estar lejos de mi familia y mis amigos, no verlos crecer y perderme momentos importantes de sus vidas. Pero siento que todo merece la pena por pegarle 20 muletazos a un toro como uno siente. En la vida hay que tomar decisiones, y yo soy muy feliz con la que he elegido.

P: ¿Qué lugar tiene Dios, la fe, el misterio… en tu vida?
R: Me gusta vivir el presente. No le doy demasiado espacio a lo divino, por decirlo así. Me parece un poco egoísta como utilizan algunas personas a lo divino: todo el mundo pide y se encomienda, pero pocos son los que después dan las gracias.

P: ¿Eres supersticioso? ¿Hay objetos, gestos, palabras que repitas antes de torear?
R: Un poco supersticioso sí que soy, pero creo que todas esas cosas surgen por el miedo y la presión. Yo, por ejemplo, me visto siempre por el lado derecho, doy tres golpes a la puerta antes de salir de la habitación… y alguna cosilla más. Son cosas insignificantes, pero en esos momentos le doy mucha importancia, porque me dan tranquilidad y me ayudan a ir a la plaza más sereno.

“Todo merece la pena por pegarle 20 muletazos a un toro como uno siente”

P: ¿Cómo llevas el amor, las relaciones… en medio de una vida tan exigente y nómada?
R: Lo llevo muy bien. Tengo pareja y me entiende, me respeta y aporta mucha tranquilidad y estabilidad a mi vida. Sé que es muy difícil estar con una persona que se dedica a algo tan exigente, pero con compresión y amor, todo es mucho más fácil de lo que parece.

P: ¿Qué ves en los ojos del toro cuando estás frente a él? ¿Qué te dice?
R: Cada animal te transmite algo distinto, no solo con los ojos, también con sus movimientos y comportamiento. El toro está hablándote constantemente, y uno tiene que ser capaz de leer lo que quiere decir para poder hacerle lo que pide y poder torearlo a gusto.

P: ¿Qué te gustaría que dijera la gente de ti dentro de veinte años?
R: Que soy un gran torero, con fijeza y personalidad, pero, sobre todo, que soy una gran persona.

El riojano, no se escuda en el tópico del valor, ni en la épica fácil. Cree en lo que hace y, sobre todo, en cómo lo hace. Se entrega con naturalidad, busca la verdad cada tarde y no teme a la exigencia si de por medio está ese instante en el que todo encaja entre él y el toro.

Fabio es un novillero con peso y faenas de poso, de esos que vale la pena esperar para volver a ver. Madrid se quedó con ganas de más, y ya tiene nueva cita: volverá a Las Ventas el jueves 3 de julio, con novillos de Sagrario Moreno, compartiendo cartel con Bruno Aloi y Pedro Luis.

Fotos: cedidas por Fabio Jiménez

Tendencias