Por Marc Doménech Cases
Tiene 24 años, la mirada clara y el gesto firme de quien ha elegido un camino difícil y lo defiende con determinación. Se hace llamar Villita, pero su nombre es Juan José Villa, y es uno de los jóvenes promesas actuales. Nació en Manzaneque, un pequeño pueblo de Toledo, pero fue en la Escuela Taurina de Madrid donde comenzó a forjarse el novillero que hoy empieza a abrirse paso. Lo suyo no es pose ni nostalgia: es vocación. Y una fe tranquila que no necesita alzar la voz.
En esta entrevista, el novillero se muestra sin trajes, sin guiones. Habla de su infancia, de su pareja, del miedo, de rituales, de las dudas, de los sueños y del triunfo. No busca convencer a nadie, solo trata de contar su verdad. Y en esa verdad cabe el arte, el empeño, la lucha, el silencio y la constancia de un novillero que vive las 24 horas como lo que es.
PREGUNTA: ¿Dónde creciste? ¿De niño ya soñabas con esto… o fue apareciendo poco a poco?
RESPUESTA: Crecí en Manzaneque, un pueblo de Toledo. Desde pequeño fui un niño muy activo, me encantaba hacer cosas y el deporte me apasionaba. Pero es verdad que había algo con lo que soñaba por encima de todo: ser torero.
La afición me viene de muy pequeño, lo viví en casa con mi padre, que fue profesional. Desde entonces iba por la Escuela Taurina de Madrid y soñaba con poder formar parte de ella algún día. Mis padres cuentan que, desde temprana edad, me ponían entrevistas de toreros, vídeos de ganaderías… y esos eran mis “dibujos animados”.
P. ¿A quiénes dijiste primero que querías ser torero? ¿Cómo reaccionaron?
R. Mis padres ya lo veían venir desde que era un niño. Hubo una época en la que esa fiebre pareció pasarme un poco, pero cuando cumplí 11 años me di cuenta de verdad de que quería ser torero y les dije que quería apuntarme a la escuela.
A mi padre, por un lado, le hacía mucha ilusión, pero por otro sabía perfectamente a lo que me iba a enfrentar, lo duro que es este camino. Mi madre, aunque no le hubiese gustado que eligiera esta profesión, porque ya la vivió con mi padre, no tuvo más remedio que respetarme… y ayudarme en todo lo que ha podido.
“El toro siempre ha resucitado al torero. Lo que me hace sentir cuando toreo es algo único, va mucho más allá del dinero o la fama… mientras esa llama siga viva dentro de mí, no tiraré la toalla.”
P. ¿Tienes pareja? ¿Cómo lleva esta relación tuya con el toreo?
R. Sí, tengo pareja. Y la verdad es que creo que es de las personas que más me han ayudado, junto a mi familia, a levantarme cada día con ilusión por querer cumplir mi sueño. Tengo la suerte de estar con alguien que me ha entendido desde el primer momento. Sabía que estar con una persona como yo requería ciertos sacrificios y una madurez distinta a la que suele tener la gente en nuestra edad. Le estoy muy agradecido por todo lo que hace por mí.
P. ¿Alguna vez has pensado en tirar la toalla?
R. Todos los toreros pasamos por momentos que no son fáciles. En mi caso, claro que ha habido momentos duros. Pero el toro siempre ha resucitado al torero. Lo que me hace sentir cuando toreo es único, algo que va mucho más allá del dinero, la fama… Mientras esa llama siga viva dentro de mí, no tiraré la toalla. Sentir eso… es sentirte una persona especial.
P. ¿Tienes algún ritual antes de vestirte de luces? ¿Qué se te pasa por la cabeza en ese momento?
R. Mi mayor ritual es la fe. No soy muy maniático, pero me gusta creer en Dios y en el destino. Siempre que me visto de torero me pongo en sus manos.
Por la cabeza pasan muchas cosas: pensamientos buenos y otros que te perturban. Sabes que vas a una plaza a jugarte la vida, y eso no es fácil de afrontar, por eso es una profesión tan difícil. Pones en juego tu vida por sentir sensaciones que solo el toro es capaz de transmitirte.

P. ¿Qué haces para desconectar del ruido y la presión?
R. Me gusta pasar tiempo con mi familia, con mi pareja… pero también es verdad que soy una persona que vive el toreo las 24 horas. Me cuesta mucho desconectar mucho tiempo, porque esa presión de la que hablamos también hace sentirme vivo.
P. ¿Cómo te sientes cuando estás en el ruedo?
R. Hay tardes de todo tipo. Hay días en los que sientes que te sale todo bien y otras tardes en que las cosas no salen como quieres. Para mí, el toreo es un arte, y estar inspirado todos los días de la misma manera es imposible. Claro que uno quiere triunfar todos los días, pero el triunfo no puede ser de cualquier manera. Para triunfar de verdad, primero debe existir ese triunfo interior, que es lo que provoca que el triunfo se expanda hacia el exterior y perdure por mucho tiempo.
P. ¿Qué haces con el miedo? ¿Se puede entrenar?
R. El miedo siempre está ahí. Y me parece algo bonito. Te hace cuestionarte muchas cosas. Creo que la mejor forma de enfrentarlo es convivir con él, no intentar que desaparezca, porque veo imposible no pasar miedo. En mi caso, lo trabajo con mucha mentalización previa. Visualizo, prac;co técnicas de relajación… y eso me ayuda a tener el miedo bajo control para que, cuando llegue a la plaza, pueda con él.
“El torero es del pueblo. Debemos ser cercanos al público, porque es el público quien nos hace grandes.”
P. ¿Te cuesta explicar lo que haces a gente ajena al mundo taurino?
R. A mí me encanta hablar con personas que no son aficionadas. Muchas de ellas son muy respetuosas y valoran profundamente lo que hacemos los toreros. Es verdad que también hay un sector que no le gusta tanto lo que hacemos, pero incluso a algunos de ellos he logrado cambiarles la imagen que tenían del toro. Como decía el maestro Víctor Barrio, que en paz descanse: la tauromaquia no solo hay que defenderla… hay que enseñarla.
P. ¿Qué esperas del legado taurino que están recibiendo los jóvenes? ¿Crees que hay afición o es postureo?
R. En ningún arte se nace aprendido. Para hacerse buen aficionado creo que hay que ir mucho a los toros. Ahora mismo hay muchos jóvenes acercándose a este mundo, y eso es buenísimo, porque en unos años serán buenos aficionados. Hay que crear la moda de ir a los toros, porque de esa moda saldrán muchos enamorados de la tauromaquia. Vivimos en una era en la que no hay que pensar que, porque alguien suba una foto a redes sociales, ya lo hace por postureo. Es simplemente la forma que tienen los jóvenes de expresarse. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos… sin perder la esencia de siempre.

P. ¿Cuál es tu triunfo más íntimo, aunque nadie lo sepa?
R. Mi triunfo más íntimo es cuando llego al hotel y siento que me he entregado de verdad. A veces ese triunfo no se traduce en trofeos, pero sí en un triunfo interior que me hace creer en mí, y pensar que la faena con la que sueño cada día está más cerca. También hay otro triunfo muy bonito: cuando todo sale bien y ves a la gente que te quiere, la gente que ha visto el sacrificio que existe detrás… y los notas orgullosos de ti. Ese es un triunfo interior muy bonito.
P. ¿Qué te gustaría que el mundo supiera de ti, más allá de los ruedos?
R. Me encantaría llegar a ser un torero querido, admirado en el mundo entero. Primero, por lo que haga en la plaza, que es lo más importante. Pero también por lo que pueda transmitir fuera de ella.
Me gustaría ser un referente para personas ajenas al toro, crear afición, dar a conocer esta profesión. En ese aspecto creo que hay mucho margen de mejora. El torero es del pueblo. Debemos ser cercanos al público, porque es el público quien nos hace grandes.
Villita no solo sueña con la faena perfecta, la busca cada tarde, en cada entrenamiento. Ese compromiso con su vocación volverá a ponerse a prueba el próximo viernes 20 de junio, cuando el novillero toledano compartirá cartel con el rejoneador Andy Cartagena y los matadores Finito de Córdoba, Paco Ureña y Fernando Adrián, en la plaza de toros del municipio madrileño de Griñón. Frente a reses de Ángel Luis Peña, Villita hará el paseíllo con la misma fe con la que ha afrontado cada paso hasta aquí.
Fotos: Alex Carvalho y Sara de la Fuente








