Texto: Alberto Espinosa

Fotos: Antonio Bellido

Hay crónicas que a uno le apetecen más que otras. Sobretodo por eso de revivir mediante la escritura, lo vivido en torno al arte en una noche cuya luz venía de las velas y del arte de los que alrrededor de la mesa estaban. «Esto, queridos míos, no lo vais a escuchar en ningún otro lado», así lo decía el organizador, Augusto Romero, un joven del Puerto que se encarga de organizar este sarao que viene en AVE desde el sur hasta el mismisimo Paseo de Recoletos. En efecto, no se escucha ni en los tablaos de pega ni en los bares donde el flamenco se sirve aguado como un gintonic mal tirado. Lo que ocurrió en el Giselle Dinner Club fue otra cosa: fuego sordo, compás medido, cantes que duelen y alumbran, como la llama de esas velas que convertían la noche en un cuadro de Zuloaga.

Aquí no hay postureo (al menos no en la mesa del cante) ni impostura, sino Melchor de la Tana, que abre la noche con ese eco suyo que parece sacado de una taberna perdida en el tiempo, donde el cante se bebe a palo seco. Luego El Caña, que no canta, sentencia. Hierro y bronce en la garganta, como si la voz le viniera directamente de la fragua del tiempo. Alejandro Villafranca acaricia y desgarra, porque sabe que el flamenco es eso: caricia y daga, luz y sombra, duende y disciplina.

Pero entonces llegan El Cheke y El Foli de las Tres Mil y convierten el escenario en un patio sevillano donde las palmas secas son metrónomos y la queja se enreda en los volantes del aire. El Cheke juega con los tercios como quien juega con fuego: arriesga, quiebra, remata. El Foli hace lo que quiere porque lo tiene todo: gitanería, compás y ese eco de los que han mamado el cante antes que la leche. Y el público, claro, entregado. Que esto es Madrid, señores, pero en noches como esta parece Sevilla o Jerez o un rincón perdido de Utrera. Aquí no hay turistas ni despistados. Aquí se ha venido a escuchar, a sentir, a callar cuando hay que callar y a rugir cuando el pellizco te levanta del asiento. Y de eso iba esta película, porque también se arrancaron por bulerías algunos espontáneos que sabían de lo que iba el tema. 

Cuando todo termina, queda esa sensación de haber estado en el sitio y en el momento exacto. No lo vais a escuchar en ningún otro lado, ahora os lo digo yo. ¿La próxima edición? Este jueves 13 de marzo, en el mismo sitio, y a la misma hora…

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