En esta entrevista para ESSENCE MAG, Xabier Montilla –arquitecto en Madrid y Viena– nos sumerge en su universo creativo, donde cada proyecto nace de un diálogo profundo con el usuario. Con una formación en la Universidad Europea y la Universidad Politécnica de Madrid, Xabier nos revela cómo fusiona la creatividad con la funcionalidad para transformar espacios cotidianos en verdaderos hogares, adaptándose a las exigencias de un mundo en constante cambio.

Xabier, los arquitectos diseñan espacios para la vida, pero ¿cómo definirías el espacio en el que te sientes más tú mismo? Los arquitectos tratamos de resolver las necesidades cotidianas a través del diseño. Este diseño abarca escalas que pueden ir desde el manillar de una puerta hasta la organización de una ciudad. Cuando hablamos de diseñar espacios, incluso antes de dibujar la primera línea, lo que busco es un diálogo con el usuario y su entorno para traducir sus necesidades en diseño. Ese ejercicio que a veces parece más de psicólogo que de arquitecto hace que al final entendamos y, por lo tanto, controlemos los lugares en los que nos encontramos, sean de la escala que sean. Con esta reflexión encuentro mis propios espacios: mis carpetas del teléfono móvil, la disposición de mis cosas en mi escritorio, la ropa que me pongo, la casa donde habito o Madrid, la ciudad que recorro cada día.


En tiempos donde lo inmediato prima sobre lo duradero, ¿la arquitectura es resistencia o adaptación? La arquitectura que no se adapta acaba desapareciendo. Cuando un edificio deja de usarse, deja de tener una función, deja de existir y cae en el olvido. Unas veces es demolido y otras veces abandonado. De hecho, hoy en día, gran parte de nuestro trabajo se fundamenta en intervenir lo existente. Actuamos sobre arquitecturas inadaptadas, sobre errores. Una reforma de una vivienda, un cambio de uso de un edificio, la transformación de una nave industrial… Cuando proyectamos debemos resolver circunstancias presentes, pero siempre pensando en los cambios que puedan darse en el futuro. Así no hablaremos de la arquitectura como una resistencia al cambio, sino una como una adaptación al tiempo.  

Si tuvieras que proyectar la casa de tus sueños, ¿cómo sería y dónde estaría? Cuando era niño solía jugar a los Sims. Había una forma en la que al meter un código te dejaba crear una casa sin limitaciones de materiales o presupuesto. Lo único que me gustaba de ese juego era crear la casa de mis sueños una y otra vez. Hoy no tengo una sola casa de mis sueños, hay demasiados estilos o detalles que me gustan y que no caben en una sola casa. Lo que sí se es que estaría cerca del mar y que tendría grandes huecos por los que dejar pasar la luz y poder ver y enmarcar el entorno.

Has trabajado en Madrid y Viena. ¿Se diseña distinto en el sur que en el norte? Completamente distinto. En esa zona de Europa, los arquitectos tienen una mentalidad mucho más estricta y rigurosa en cuanto a las normativas urbanísticas y tienden a parametrizar el diseño. Son muy ingenieros. Nunca se enfrentan al papel en blanco solos. Tienen libros y manuales con todas las medidas estandarizadas que te van explicando paso a paso como diseñar cada cosa. Es muy positivo aprender de ellos porque al final te dotan de herramientas que te pueden ayudar y además trabajas de una forma muy eficiente. En España nos gusta enfrentarnos al papel en blanco solos, con la sola ayuda de nuestro lápiz. Las normas urbanísticas las interpretamos y retorcemos para que se adapten a nosotros y no nosotros a ellas. Cada arquitecto tiene su estrategia de diseño. Por eso solemos estar bien vistos fuera, somos muy creativos a la hora de resolver cualquier tipo de problema.

¿Qué te obsesiona más: la belleza, la funcionalidad o la sostenibilidad? Estamos rodeados de edificios bellos, funcionales o sostenibles. Pero son muy pocos los edificios bellos, funcionales Y sostenibles. No se debería entender la arquitectura de hoy en día sin tener estas tres obsesiones al mismo nivel y conectadas.

¿Qué ciudad del mundo es, para ti, un ejemplo de arquitectura bien hecha? Seguramente alguna de estas ciudades relativamente nuevas de Emiratos Árabes podría ser lo primero que se nos viene a la cabeza. Pero, personalmente, no es una arquitectura que me interese especialmente. De todas las ciudades que he visitado, no se si es el mejor ejemplo de arquitectura bien hecha, pero sí que es un gran ejemplo de ciudad: Roma. Es posiblemente la ciudad más caótica de Europa pero se ha ido adaptando siglo a siglo, error a error, sin perder su esencia original y reflejando lo mejor de todas las épocas por lo que ha pasado. Además tiene el Panteón, que es el mejor edificio del mundo.


¿Cuál es el error más común que la gente comete al diseñar o reformar su propia casa? No escuchar al arquitecto que han contratado y al que le están pagando con su dinero. Es muy común que en las primeras reuniones, los clientes vengan con una carpeta de instagram o pinterest y te digan: “mira, la casa que quiero es así”. La mitad de las referencias son renders imposibles o estilos completamente opuestos. De esas carpetas siempre hacemos el ejercicio de ir analizando cada foto anotando qué es lo que exactamente les gusta o llama la atención. Casi siempre es un mueble, la lámpara, el jarrón con flores o fruta… muy pocas veces es el espacio. Afortunadamente, casi siempre acaban escuchando y agradecidos de haberlo hecho.


¿Hay una tipología de proyecto que aún no hayas hecho y que te encantaría abordar? Me encantaría proyectar algún día un rascacielos. Te permite enfrentarte a la escala urbana en sección.


¿Alguna vez has querido derribar algo que tú mismo has construido? Tanto como para querer derribarlo no, pero si ha habido veces que al terminar un proyecto dije que jamás reconocería haberlo firmado yo. Soy una persona optimista y siempre me gusta destacar las cosas positivas de cada proyecto, aunque a veces cueste mucho encontrarlas. Con los proyectos malos es con los que más he aprendido siempre.


¿Qué pesa más en una obra: el hormigón o el miedo al fracaso? Los dos pesos son muy relativos y los dos se pueden aligerar mucho. El miedo al fracaso se aligera, como dijo Churchill, aprendiendo a “ir de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo”. Para el hormigón hay también muchas formas.


[ XABIER MONTILLA STUDIO ]

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